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Dios no es inocente

Tras apoyar una polémica campaña en 2008, la frase «probablemente Dios no existe» sirve de base a Joan Carles Marset y Gabriel García Voltà para reivindicar la vigencia del ateísmo

Después de la Segunda Guerra Mundial dio la impresión de que la religión iba a quedar reducida a una reliquia del pasado y a una práctica privada y familiar sin apenas impacto social. Especialmente en Europa parecía que la utopía de la vida plena y feliz podría alcanzarse en este mundo, en Occidente, con el disfrute de la sociedad de consumo, y en Europa oriental, gracias a la edificación del socialismo. La llegada de la crisis económica a mediados de los años setenta puso de manifiesto las contradicciones de ambos modelos y dio alas a los que aún combatían contra una moral laica y un mundo sin Dios. Empezaba una contrarrevolución fundamentalista que iba a inundar buena parte del planeta. Los fundamentalistas de cualquier religión defienden que sus textos sagrados son la expresión literal de una Verdad Absoluta inspirada directamente por Dios y se comprometen en una lucha por conseguir que tanto la vida social como la política respondan a esas verdades inmutables y eternas. Los males sociales tienen como causa el pecado y el alejamiento de Dios -una idea bien medieval-. Las soluciones hay que buscarlas en Dios porque sólo en Él hay respuestas seguras. Es ésta una visión del mundo un poco «colectivista»: no importan ni el origen étnico, ni el familiar, ni el social. Las convicciones religiosas y el modo de vida sirven de argamasa social y diluyen las diferencias. No obstante, pronto se descubre en sus programas una fuerte nostalgia del pasado y lo que podríamos calificar de un «igualitarismo de derechas». En muchos lugares los fundamentalistas están firmemente en contra del aborto y la homosexualidad, exigen el mantenimiento de la familia tradicional y de un sistema educativo que expulse de las aulas el darwinismo y cualquier interpretación del mundo ajena o contraria a los textos sagrados.

¿Por qué se mantienen aún hoy las religiones en la conciencia de los seres humanos cuando parece que son abiertamente contradictorias con todas las certezas del mundo actual? La respuesta es tan compleja como compleja es la realidad social en la que vivimos. En el mundo actual hay más de mil millones de personas en una situación de pobreza desesperante, el analfabetismo sigue siendo una plaga en muchos lugares y en amplias zonas del planeta los gobiernos y las clases dirigentes siguen confiando en la religión como mecanismo de control social, por lo que favorecen y financian su difusión. La familia constituye también un semillero fundamental de nuevos creyentes. Su impacto sobre niños y jóvenes es muy grande, sobre todo si la religión familiar es también la socialmente dominante. Esta doble presión es casi irresistible, una auténtica jaula de hierro de la que es difícil escapar. El mejor ejemplo de lo dicho es el mundo islámico actual, en el que se juntan todos los factores del problema: un escaso impacto del liberalismo político y de la modernización socioeconómica, frecuentes crisis políticas motivadas en parte por un conflicto crónico con Occidente y una religión que impregna desde hace muchos siglos toda la vida social. Es en el mundo islámico -y en Estados Unidos- donde el integrismo ha encontrado más adeptos. El texto coránico está más allá del tiempo, de las especificidades culturales, de los cambios sociales y de los contextos políticos. Su interpretación y su aplicación no pueden ser objeto de ninguna aclimatación ni adaptación. Las disposiciones coránicas son válidas en todo tiempo y en todo lugar, son universales e intemporales. No se puede tener razón contra Dios. Durante siglos el cristianismo europeo bebió de las mismas convicciones y aplicó idénticas fórmulas. La jerarquía católica tampoco defiende en la actualidad ideas muy distintas: las leyes del Estado tienen que ajustarse al orden natural querido por Dios, que prevalece sobre la inconstante y frágil voluntad humana. Es decir, los obispos se reservan la última palabra sobre la legitimidad del ordenamiento jurídico democrático que no puede ir contra Dios, o sea, contra los intereses de la jerarquía católica.

¿Es o ha sido necesaria y útil la religión? También ésta es una pregunta de difícil respuesta. Todos tenemos una opinión personal a esta pregunta y con frecuencia nuestras apreciaciones no son coincidentes. Planea sobre esta cuestión casi siempre la formación intelectual del que opina. Una mente tan lúcida como la de Richard Dawkins da una respuesta claramente biológica y determinista a la cuestión en su libro El espejismo de Dios. Para él, la religión ha sido una gran derrochadora de recursos materiales y humanos a lo largo de la historia. Aparentemente, millones de personas han muerto por su culpa y es difícil justificar el despilfarro que significan las pirámides de Egipto o las catedrales góticas -si Dawkins se plantease también para qué han servido palacios como el de Versalles, quizá se pondría en la pista de la buena respuesta-.

(…) Las religiones han sido -y son- ideologías, es decir, creencias y conceptos que explican el conjunto del mundo a quienes las sustentan. Como ya demostró Marx, las ideologías no son ni inocentes ni neutrales. Las ideologías son frecuentemente mecanismos de dominación de las clases dirigentes. Éstas presentan sus intereses al conjunto de la sociedad como los intereses de todos para reforzar su hegemonía. La ideología ayuda a la clase dominante a verse a sí misma como detentadora del poder y de la riqueza por méritos propios y desarrolla en la conciencia de las clases subalternas la convicción de que viven en un mundo quizá injusto, pero inmutable, en el que es mejor obedecer que resistir. En este sentido, las catedrales y los palacios como Versalles tenían un fuerte valor simbólico, porque expresaban con gran majestad y belleza el poder y la superioridad de la clase dirigente ante las clases dominadas, al mismo tiempo que halagaban la vanidad de las primeras y hacían su vida mucho más confortable. El poder de los símbolos puede ser más efectivo que el de las bayonetas. Ésta ha sido una función clave -aunque desde luego no la única- de la religión en largos periodos de la historia de la humanidad: ser un eficaz instrumento de dominación. Por otro lado, ya sabemos que los muertos atribuidos a la locura religiosa tenían frecuentemente otros asesinos, aunque la religión pudiese servir como coartada ideológica y justificación moral de cualquier atrocidad. Para explicar según qué cosas es más útil la historia que la biología.

¿Y cuál es la utilidad de la religión hoy? En los países económicamente desarrollados y cultos, la física y la biología la han sustituido desde hace tiempo como interpretación del mundo. Las religiones han reconocido su derrota -aunque hay excepciones como Estados Unidos, donde los creacionistas siguen librando una guerra imposible en favor del Génesis- y se han refugiado en su papel de consoladoras del dolor humano y orientadoras morales. En esta última función tienen depositadas sus últimas esperanzas de supervivencia y en este campo siguen considerándose depositarias de una verdad última, intangible, que está por encima de las verdades transitorias, efímeras, ilusorias de la sociedad humana.

Probablemente Dios no existe, de Joan Carles Marset y Gabriel García Voltà. Ediciones Bronce. Fecha de publicación: 24 de noviembre. Precio: 17 euros.

Extraído de El País de 22/11/2009

Artículo original en:

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Dios/inocente/elpepusocdmg/20091122elpdmgrep_10/Tes

Evangélicos ven con preocupación el despertar del ateísmo

En el pasado Tercer Congreso de Lausana en Sudáfrica, dirigido a 4.000 líderes evangélicos, el teólogo chino Carver Yu, dijo que “las ideologías confusas” están creando el vacío y la alienación entre las personas, mientras que la indiferencia al evangelio provocando que el enemigo- entiéndase el Diablo- saque sus garras.

Yu, presidente de la Escuela Superior de Teología de China en Hong Kong, se mostró preocupado por el activismo liderado por Richard Dawkins y otros. “El ateísmo está a punto de convertirse en la nueva religión”, dijo. “Los cristianos deben predicar el Evangelio de Jesucristo sin temor, porque él es el camino, la verdad y la vida. Sólo él nos puede llevar lejos del estado actual de la impiedad”.

Yu no ocultó su asombro porque el ateísmo haya pasado de los textos de grandes personalidades guardados en bibliotecas de intelectuales a los avisos en buses públicos del Reino Unido, España y otras naciones.

Michael Herbst, investigador del desarrollo de la evangelización y la iglesia. Advirtió que la disminución de la fe entre los padres conduce a toda una generación de niños que crecen en Alemania con una “mentalidad atea” y la creencia de que “la fe no tiene importancia”.

Señaló que la idea de una “verdad singular” y el monoteísmo se ha convertido en impopular y fue ampliamente considerado como peligroso, arrogante y potencialmente violento. Lo cual es cierto.

Os Guinness, co-fundador del Foro de La Trinidad, hizo eco de sus sentimientos. Dijo que la visión bíblica de la verdad se ha convertido en “obsceno a la mente moderna”, y se está siendo adoptado por muchos como exclusivo, intolerante y divisiva.

Personalmente me parece que estas reacciones hablan bien del activismo ateo que busca encontrar un espacio en medio del bullicio del sinsentido religioso. Respecto al calificativo que hizo el pastor Yu de que el ateísmo es una religión, tengo que afirmar que lo será cuando la calvicie sea un color de cabello.

Extraído de Blog Sin Dioses de 23/11/2010

Artículo original en: http://blog-sin-dioses.blogspot.com/2010/11/evangelicos-ven-con-preocupacion-el.html

Carta contra los privilegios al Papa en su visita a Reino Unido

Más de 50 personajes públicos firman en ‘The Guardian’ la misiva, que denuncia los abusos que la Iglesia

Más de 50 personajes públicos británicos han firmado una carta publicada este miércoles en el diario The Guardian, criticando el tratamiento que va a recibir el Papa en su visita a Reino Unido. No por representar a una religión o a un estado, aclaran, sino por las cosas que apoya esa religión.

«El Papa, como ciudadano europeo y líder de una religión con muchos fieles en el Reino Unido, es libre de venir y hacer una gira por nuestro país. Sin embargo, también como líder religioso, el Papa es un jefe de Estado, y el Estado y la organización de los que es líder ha sido responsable de esto». Así comienza el texto que prosigue con un listado de asuntos de los que la Iglesia es responsable.

Por ejemplo, el «negarse a colaborar en el reparto de condones en África» para combatir el sida, promover la «segregación en la escuela», «prohibir el aborto a las mujeres más vulnerables» y oponerse a la «igualdad de derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales».

Entre los firmantes se encuentran personajes reconocidos como el actor Stephen Fry, el científico Richard Dawkins o el cómico Ed Byrne. El medio centenar, denuncia también, que el Vaticano se haya negado a firmar «un gran número de tratados de los derechos humanos y haya elaborado sus propios tratados (concordatos) con muchos otros estados que afectaron negativamente a los derechos humanos de sus ciudadanos».

La postura oficial antes y ahora

La manifestación de los firmantes es una crítica más a la llegada de Ratzinger mañana a Reino Unido y contrasta con la postura oficial del Gobierno. Ayer, el primer ministro David Cameron, colgó su web oficial un vídeo de bienvenida.

Aunque no hay que olvidar que tanto Cameron como su viceprimer ministro, Nick Clegg, durante el segundo debateelectoral televisado, mostraron una opinión muy cercana a los firmantes.

Cameron dijo: «¿Estoy de acuerdo en todo lo que dice el Papa? No. No estoy de acuerdo con su postura en contracepción y homosexualidad. Creo que la Iglesia Católica tiene mucho trabajo por hacer en relación con las cosas tan horribles que han sucedido».

Por su parte, Clegg, que volvió a hacer público que no es «un hombre de fe», aseguró que «necesitan evolucionar. Doy la bienvenida a la visita del Papa, pero espero que para cuando se produzca, haya un mayor reconocimiento de todo el sufrimiento tan terrible que la Iglesia Católica ha causado […] Es necesario un proceso de apertura».

Extraído de Público de 15/09/2010

Noticia original en: http://www.publico.es/internacional/336778/reinounido/papa/visita/carta/theguardian

Buenas y malas razones para creer

Querida Juliet:

Ahora que has cumplido 10 años, quiero escribirte acerca de una cosa que para mi es muy importante. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sabemos las cosas que sabemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas que parecen pequeños alfilerazos en el cielo, son en realidad gigantescas bolas de fuego como el Sol, pero que están muy lejanas? ¿Y cómo sabemos que la Tierra es una bola más pequeña, que gira alrededor de esas estrellas, el Sol?

La respuesta a esas preguntas es «por la evidencia». A veces, «evidencia» significa literalmente ver (u oír, palpar, oler) que una cosa es cierta. Los astronautas se han alejado de la Tierra lo suficiente como para ver con sus propios ojos que es redonda. Otras veces, nuestros ojos necesitan ayuda. El «lucero del alba» parece un brillante centelleo en el cielo, pero con un telescopio podemos ver que se trata de una hermosa esfera: el planeta que llamamos Venus. Lo que aprendemos viéndolo directamente (u oyéndolo, palpándolo, etc.) se llama «observación».

Muchas veces, la evidencia no sólo es pura observación, pero siempre se basa en la observación. Cuando se ha cometido un asesinato, es corriente que nadie lo haya observado (excepto el asesino y la persona asesinada). Pero los investigadores pueden reunir otras muchas observaciones, que en un conjunto señalen a un sospechoso concreto. Si las huellas dactilares de una persona coinciden con las encontradas en el puñal, eso demuestra que dicha persona lo tocó. No demuestra que cometiera el asesinato, pero además pueda ayudar a demostrarlo si existen otras muchas evidencias que apunten a la misma persona. A veces, un detective se pone a pensar en un montón de observaciones y de repente se da cuenta que todas encajan en su sitio y cobran sentido si suponemos que fue Fulano el que cometió el asesinato.

Los científicos -especialistas en descubrir lo que es cierto en el mundo y el Universo- trabajan muchas veces como detectives. Hacen una suposición (ellos la llaman hipótesis) de lo que podría ser cierto. Y a continuación se dicen: si esto fuera verdaderamente así, deberíamos observar tal y cual cosa. A esto se llama predicción. Por ejemplo si el mundo fuera verdaderamente redondo, podríamos predecir que un viajero que avance siempre en la misma dirección acabará por llegar a mismo punto del que partió. Cuando el médico dice que tienes sarampión, no es que te haya mirado y haya visto el sarampión. Su primera mirada le proporciona una hipótesis: podrías tener sarampión. Entonces, va y se dice: «Si de verdad tiene el sarampión, debería ver….» y empieza a repasar toda su lista de predicciones, comprobándolas con los ojos (¿tienes manchas?), con las manos (¿tienes caliente la frente?) y con los oídos (¿te suena el pecho como suena cuando se tiene el sarampión?). Sólo entonces se decide a declarar «Diagnostico que la niña tiene sarampión». A veces, los médicos necesitan realizar otras pruebas, como análisis de sangre o rayos x, para complementar las observaciones hechas con sus ojos, manos y oídos.

La manera en que los científicos utilizan la evidencia para aprender cosas del mundo es tan ingeniosa y complicada que no te la puedo explicar en una carta tan breve. Pero dejemos por ahora la evidencia, que es una buena razón para creer algo, porque quiero advertirte en contra de tres malas razones para creer cualquier cosa: se llaman «tradición», «autoridad» y «revelación».

Empecemos por la tradición. Hace unos meses estuve en televisión, charlando con unos 50 niños. Estos niños invitados habían sido educados en diferentes religiones: había cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, sijs… El presentador iba con el micrófono de niño en niño, preguntándoles lo que creían. Lo que los niños decían demuestra exactamente lo que yo entiendo por «tradición». Sus creencias no tenían nada que ver con la evidencia. Se limitaban a repetir las creencias de sus padres y de sus abuelos, que tampoco estaban basadas en ninguna evidencia. Decían cosas como «los hindúes creemos tal y cual cosa», «los musulmanes creemos esto y lo otro», «los cristianos creemos otra cosa diferente».

Como es lógico, dado que cada uno creía cosas diferentes, era imposible que todos tuvieran razón. Por lo visto, al hombre del micrófono esto le parecía muy bien, y ni siquiera los animó a discutir sus diferencias. Pero no es esto lo que me interesa de momento. Lo que quiero es preguntar de dónde habían salido sus creencias. Habían salido de la tradición. La tradición es la trasmisión de creencias de los abuelos a los padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que se siguen leyendo durante siglos. Muchas veces, las creencias tradicionales se originan casi de la nada: es posible que alguien las inventara en algún momento, como tuvo que ocurrir con las ideas de Thor y Zeus; pero cuando se han transmitido durante unos cuantos siglos, el hecho mismo de que sean muy antiguas las convierte en especiales. La gente cree ciertas cosas sólo porque mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición.

El problema con la tradición es que, por muy antigua que sea una historia, es igual de cierta o de falsa que cuando se inventó la idea original. Si te inventas una historia que no es verdad, no se hará más verdadera porque se trasmita durante siglos, por muchos siglos que sean.

En Inglaterra, gran parte de la población ha sido bautizada en la Iglesia Anglicana, que no es más que una de las muchas ramas de la religión cristiana. Existen otras ramas, como la ortodoxa rusa, la católica romana y la metodista. Cada una cree cosas diferentes. La religión judía y la musulmana son un poco más diferentes, y también existen varias clases distintas de judíos y de musulmanes. La gente que cree una cosa está dispuesta a hacer la guerra contra los que creen cosas ligeramente distintas, de manera que se podrá pensar que tienen muy buenas razones -evidencias- para creer lo que creen. Pero lo cierto es que sus diferentes creencias se deben únicamente a diferentes tradiciones.

Vamos a hablar de una tradición concreta. Los católicos creen que María, la madre de Jesús, era tan especial que no murió, sino que fue elevada al cielo con su cuerpo físico. Otras tradiciones cristianas discrepan, diciendo que María murió como cualquier otra persona. Estas otras religiones no hablan mucho de María, ni la llaman «Reina del cielo», como hacen los católicos. La tradición que afirma que el cuerpo de María fue elevado al cielo no es muy antigua. La Biblia no dice nada de cómo o cuándo murió; de hecho, a la pobre mujer apenas se la menciona en la Biblia. Lo de que su cuerpo fue elevado a los cielos no se inventó hasta unos seis siglos después de Cristo. Al principio, no era más que un cuento inventado, como Blancanieves o cualquier otro. Pero con el paso de los siglos se fue convirtiendo en una tradición y la gente empezó a tomársela en serio, sólo porque la historia se había ido transmitiendo a lo largo de muchas generaciones. Cuanto más antigua es una tradición, más en serio se la toma la gente. Y por fin, en tiempos muy recientes, se declaró que era una creencia oficial de la Iglesia Católica: esto ocurrió en 1950, cuando yo tenía la edad que tienes tú ahora. Pero la historia no era más verídica en 1950 que cuando se inventó por primera vez, seiscientos años después de la muerte de María.

Al final de esta carta volveré a hablar de la tradición, para considerarla de una manera diferente. Pero antes tengo que hablarte de la otras dos malas razones para creer una cosa: la autoridad y la revelación.

La autoridad, como razón para creer algo, significa que hay que creer en ello porque alguien importante te dice que lo creas. En la Iglesia Católica, por ejemplo, la persona más importante es el Papa, y la gente cree que tiene que tener razón sólo porque es el Papa. En una de las ramas de la religión musulmana, las personas más importantes son unos ancianos barbudos llamados ayatolás. En nuestro país hay muchos musulmanes dispuestos a cometer asesinatos sólo porque los ayatolás de un país lejano les dicen que lo hagan.

Cuando te decía que en 1950 se dijo por fin a los católicos que tenían que creer en la asunción a los cielos del cuerpo de María, lo que quería decir es que en 1950 el Papa les dijo que tenían que creer en ello. Con eso bastaba. ¡El Papa decía que era verdad, luego tenía que ser verdad! Ahora bien, lo más probable es que, de todo lo que dijo el Papa a lo largo de su vida, algunas cosas fueron ciertas y otras no fueron ciertas. No existe ninguna razón válida para creer que todo lo que diga sólo porque es el Papa, del mismo modo que no tienes porque creer todo lo que te diga cualquier otra persona. El Papa actual ha ordenado a sus seguidores que no limiten el número de sus hijos. Si la gente sigue su autoridad tan ciegamente como a él le gustaría, el resultado sería terrible: hambre, enfermedades y guerras provocadas por la sobrepoblación.

Por supuesto, también en la ciencia ocurre a veces que no hemos visto personalmente la evidencia, y tenemos que aceptar la palabra de alguien. Por ejemplo, yo no he visto con mis propios ojos ninguna prueba de que la luz avance a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, sin embargo, creo en los libros que me dicen la velocidad de la luz. Esto podría parecer «autoridad» pero en realidad es mucho mejor que la autoridad, porque la gente que escribió esos libros sí que había observado la evidencia, y cualquiera puede comprobar dicha evidencia siempre que lo desee. Esto resulta muy reconfortante. Pero ni siquiera los sacerdotes se atreven a decir que exista alguna evidencia de su historia acerca de la subida a los cielos del cuerpo de María.

La tercera mala razón para creer en las cosas se llama «revelación». Si en 1950 le hubieras podido preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al cielo, lo más probable es que te hubiera respondido que «se le había revelado». Lo que hizo fue encerrarse en su habitación y rezar pidiendo orientación. Había pensado y pensado, siempre solo, y cada vez se sentía más convencido. Cuando las personas religiosas tienen la sensación interior de que una cosa es cierta, aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a esa sensación «revelación». No sólo los Papas aseguran tener revelaciones. Las tienen montones de personas de todas las religiones, y es una de las principales razones por las que creen las cosas que creen. Pero ¿es una buena razón?

Supón que te digo que tu perro ha muerto. Te pondrías muy triste y probablemente me preguntarías: «¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo ha sucedido?» y supón que yo te respondo: «En realidad no sé que Pepe ha muerto. No tengo ninguna evidencia. Pero siento en mi interior la curiosa sensación de que ha muerto». Te enfadarías conmigo por haberte asustado, porque sabes que una «sensación» interior no es razón suficiente para creer que un lebrel ha muerto. Hacen falta pruebas. Todos tenemos sensaciones interiores de vez en cuando, y a veces resulta que son acertadas y otras veces no lo son. Está claro que dos personas distintas pueden tener sensaciones contrarias, de modo que ¿cómo vamos a decidir cuál de las dos acierta? La única manera de asegurarse que un perro está muerto es verlo muerto, oír que su corazón se ha parado, o que nos lo cuente alguien que haya visto u oído alguna evidencia real de que ha muerto.

A veces, la gente dice que hay que creer en las sensaciones internas, porque si no, nunca podrás confiar en cosas como «mi mujer me ama». Pero éste es un mal argumento. Puedes encontrar abundantes pruebas de que alguien te ama. Si estás con alguien que te quiere, durante todo el día estarás viendo y oyendo pequeños fragmentos de evidencia, que se van sumando. No se trata de una pura sensación interior, como la que los sacerdotes llaman revelación. Hay datos exteriores que confirman la sensación interior: miradas en los ojos, entonaciones cariñosas en la voz, pequeños favores y amabilidades; todo eso es auténtica evidencia.

A veces, una persona siente una fuerte sensación interior de que alguien la ama sin basarse en ninguna evidencia, y en estos casos lo más probable es que esté completamente equivocada. Existen personas con una firme convicción interior de que una famosa estrella de cine las ama, aunque en realidad la estrella ni siquiera las conoce. Esta clase de personas tienen la mente enferma. Las sensaciones interiores tienen que estar respaldadas por evidencias; si no, no podemos fiarnos de ellas.

Las intuiciones resultan muy útiles en la ciencia, pero sólo para darte ideas que luego hay que poner a prueba buscando evidencias. Un científico puede tener una «corazonada» acerca de una idea que, de momento, sólo «le parece» acertada. En sí misma, ésta no es una buena razón para creer nada; pero sí que puede razón suficiente para dedicar algún tiempo a realizar un experimento concreto o buscar pruebas de una manera concreta. Los científicos utilizan constantemente sus sensaciones interiores para sacar ideas; pero estas ideas no valen nada si no se apoyan con evidencias.

Te prometí que volveríamos a lo de la tradición, para considerarla de una manera distinta. Me gustaría intentar explicar por qué la tradición es importante para nosotros. Todos los animales están construidos (por el proceso que llamamos evolución) para sobrevivir en el lugar donde su especie vive habitualmente. Los leones están equipados para sobrevivir en las llanuras de África. Los cangrejos de río están construidos para sobrevivir en agua salada. También las personas somos animales, y estamos construidos para sobrevivir en un mundo lleno de… otras personas. La mayoría de nosotros no tienen que cazar su propia comida, como los leones y los bogavantes; se las compramos a otras personas, que a su vez se la compraron a otras. Nadamos en un «mar de gente». Lo mismo que el pez necesita branquias para sobrevivir en el agua, la gente necesita cerebros para poder tratar con otra gente. El mar de está lleno de agua salada, pero el mar de gente está lleno de cosas difíciles de aprender. Como el idioma.

Tú hablas inglés, pero tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de vosotras habla el idioma que le permite hablar en su «mar de gente». El idioma se transmite por tradición. No existe otra manera. En Inglaterra, tu perro Pepe es a dog. En Alemania, es ein Hund. Ninguna de estas palabras es más correcta o más verdadera que la otra. Las dos se transmiten de manera muy simple. Para poder nadar bien en su propio «mar de gente», los niños tienen que aprender el idioma de su país y otras muchas cosas acerca de su pueblo; y esto significa que tienen que absorber, como si fuera papel secante, una enorme cantidad de información tradicional. (Recuerda que «información tradicional» significa, simplemente, cosas que se transmiten de abuelos a padres y de padres a hijos.) El cerebro del niño tiene que absorber toda esta información tradicional, y no se puede esperar que el niño seleccione la información buena y útil, como las palabras del idioma, descartando la información falsa o estúpida, como creer en brujas, en diablos y en vírgenes inmortales.

Es una pena, pero no se puede evitar que las cosas sean así. Como los niños tienen que absorber tanta información tradicional, es probable que tiendan a creer todo lo que los adultos les dicen, sea cierto o falso, tengan razón o no. Muchas cosas que los adultos les dicen son ciertas y se basan en evidencias, o, por lo menos en el sentido común. Pero si les dicen algo que sea falso, estúpido o incluso maligno, ¿cómo pueden evitar que el niño se lo crea también? ¿Y que harán esos niños cuando lleguen a adultos? Pues seguro que contárselo a los niños de la siguiente generación. Y así, en cuanto la gente ha empezado a creerse una cosa -aunque sea completamente falsa y nunca existan razones para creérsela-, se puede seguir creyendo para siempre.

¿Podría ser esto lo que ha ocurrido con las religiones? Creer en uno o varios dioses, en el cielo, en la inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre humano, en que las oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en sangre…, ninguna de estas creencias está respaldada por pruebas auténticas. Sin embargo, millones de personas las creen, posiblemente porque se les dijo que las creyeran cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse cualquier cosa.

Otros millones de personas creen en cosas diferentes, porque se les dijo que creyesen en ellas cuando eran niños. A los niños musulmanes se les dice cosas diferentes de las que se les dicen a los niños cristianos, y ambos grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros se equivocan. Incluso entre los cristianos, los católicos creen cosas diferentes de las que creen los anglicanos, los episcopalianos, los shakers, los cuáqueros, los mormones o los holly rollers, y todos están absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros están equivocados. Creen cosas diferentes exactamente por las mismas razones por las que tú hablas inglés y tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de los dos idiomas es el idioma correcto en su país. Pero de las religiones no se puede decir que cada una de ellas sea la correcta en su propio país, porque cada religión afirma cosas diferentes y contradice a las demás. María no puede estar viva en la católica Irlanda del Sur y muerta en la protestante Irlanda del Norte.

¿Qué se puede hacer con todo esto? A ti no te va a resultar fácil hacer nada, porque sólo tienes 10 años. Pero podrías probar una cosa: la próxima vez que alguien te diga algo que parezca importante piensa para tus adentros: «¿Es ésta una de esas cosas que la gente suele creer basándose en evidencias? ¿O es una de esas cosas que la gente cree por la tradición, autoridad o revelación?» Y la próxima vez que alguien te diga que una cosa es verdad, prueba a preguntarle «¿Qué pruebas existen de ello?» Y si no pueden darte una respuesta, espero que te lo pienses muy bien antes de creer una sola palabra de lo que te digan.

Te quiere,
Papá.
Por Richard Dawkins.

La humildad de la ciencia

Una de las acusaciones más absurdas que vierten las iglesias sobre la ciencia es su arrogancia. La estrategia, tan utilizada en política de trasladar al contricante los defectos propios. Richard Dawkins, en esta conferencia en tres partes, desmonta esa hipotética arrogancia dando argumentos precisamente de lo contrario. De la humildad de la ciencia frente a la arrogancia de las religiones.

Root of all evil

Cuelgo aqui un documental – reportaje titulado Root of all evil (La raíz de todo mal, en castellano). En total son seis partes, todas colgadas en Youtube, con una duración de un poco menos de una hora. Está presentado por Richard Dawkins, un biólogo evolutivo y ateo declarado, que ha escrito varios libros, especialmente sobre el tema de la evolución de las especies. Espero que os guste tanto como a mi.