Archivo | agosto 2010

El Gobierno da carpetazo a la Ley de Libertad Religiosa

En Moncloa y en el PSOE se impone la tesis de que no es el momento de abrir un frente laicista y que además la norma no lograría la mayoría necesaria en el Congreso

Salvo un milagro de última hora, la prometida Ley de Libertad Religiosa se quedará en el cajón de las promesas incumplidas por el Gobierno. Tanto la Iglesia como la derecha política y mediática se han mostrado muy beligerantes contra el proyecto y en el Ejecutivo se ha impuesto la tesis de que no es el momento de trasladar este debate a la sociedad. «Es una ley de principios de legislatura», explica a Público un miembro del Gobierno. Esta tesis está extendida no sólo en la Moncloa, sino también entre buena parte de la cúpula del PSOE.

El equipo de Zapatero no quiere que el debate sobre la religión en España origine una nueva polémica justo cuando se inicia un ciclo electoral: a las elecciones catalanas de otoño, seguirán en mayo de 2011 las municipales y las autonómicas en 13 comunidades. Ese proceso culminará en 2012 con las generales, siempre y cuando se agote la legislatura.

Pero, al margen de los intereses electorales, son varios los ministros que consideran que en España «no hay un conflicto de libertad religiosa, en todo caso habrá un problema por el Concordato» suscrito con el Vaticano en 1953 y que regula las relaciones del Estado con la Iglesia católica.

Según fuentes gubernamentales, la mayor parte del Ejecutivo tampoco ve factible que, en caso de que se inicie la tramitación de la nueva ley, esta finalmente pueda salir aprobada del Parlamento. La derecha, representada por PP, CiU y PNV, votaría en contra y la izquierda presionaría para cambiar un texto que consideraría insuficiente, a tenor del último borrador, bastante menos laicista que los anteriores. Fuentes de la Moncloa admitieron que el documento actual es bastante «pacato», de forma que es probable que «despertara demasiados recelos a izquierda y derecha, y no contentase finalmente a nadie».

No obstante, esas mismas fuentes no descartan que José Luis Rodríguez Zapatero decida en el último momento reactivar la tramitación de la ley como un gesto que, al final de la legislatura, pudiera movilizar el voto de izquierdas.

En esa misma línea, en la comisión permanente de la ejecutiva federal del PSOE hay quien considera que la tramitación de la ley permitiría precisamente a los socialistas hacer «un guiño al electorado de izquierdas», descontento con los recortes sociales del Gobierno, explicaron fuentes del partido. No obstante, la mayoría de la cúpula socialista cree que «no es el momento» de iniciar el debate sobre la libertad religiosa porque «no hay ambiente» y porque se corre el riesgo de provocar tensiones en la opinión pública.

El último borrador

El grupo de trabajo encargado de elaborar el articulado de la Ley de Libertad Religiosa no se reúne desde marzo, explicaron a este diario fuentes conocedoras del proceso. El citado equipo, formado por responsables políticos y técnicos de los ministerios de Presidencia y de Justicia, se había reunido hasta entonces como mínimo con una periodicidad mensual.

El pasado mes de febrero, el grupo de trabajo había redactado un último borrador titulado Ley de Libertad de Conciencia y Religiosa, con 37 artículos. La propia denominación de la ley suscitó un serio debate. Al final se impuso la idea de que «la religión entra dentro de la libertad de conciencia», por lo que se decidió incluir ese concepto más genérico en primer lugar.

En dicho borrador, los expertos respetaron algunas de las partes fundamentales planteadas al inicio de la elaboración de la norma. Así, el texto recoge la «neutralidad religiosa del Estado» para evitar que cualquier acción de las administraciones públicas pueda interpretarse como un apoyo hacia una u otra confesión religiosa.

El borrador también contempla un apartado sobre los símbolos religiosos. El proyecto establece que crucifijos católicos u otros símbolos de otras confesiones religiosas deberán ser retirados de los edificios públicos.

El papel de los cargos públicos

Respecto a la actuación de las autoridades, el texto redactado en febrero supedita la participación de los cargos públicos en actos religiosos a que esta se haga sin discriminación de confesiones. Así, si un alcalde decide desfilar en una procesión durante la Semana Santa católica, debería también participar en el ayuno islámico del Ramadán o en el Jánuca judío en el caso de que estas confesiones le cursaran una invitación.

Aunque el proyecto está paralizado, la última decisión sigue en manos del presidente del Gobierno. Si finalmente Zapatero decide reactivarlo, tanto en el Ejecutivo como en el PSOE dan por hecho «que la derecha se echará encima del Gobierno con todo tipo de acusaciones infundadas». En ámbitos socialistas esta posibilidad se considera muy improbable. Para los más progresistas, sería una especie de milagro laico.

Una reforma rechazada por el PP

Tras cerca de tres décadas de vigencia de la actual Ley de Libertad Religiosa, en mayo de 2008 el Gobierno anunció su intención de revisarla para “avanzar en la condición de laicidad que la Constitución otorga al Estado”, dijo entonces María Teresa De la Vega. La medida, propuesta por ERC en 2006, había sido rechazada por el PP. Su responsable de Justicia, Federico Trillo, llegó a decir que la nueva ley podía ser un “pretexto” contra creencias como la católica.Para elaborar el nuevo texto, el Gobierno creó un grupo de trabajo que ha venido reuniéndose hasta marzo.

Extraído de Público de 30/08/2010

Artículo original en: http://www.publico.es/espana/334140/gobierno/da/carpetazo/leyde/libertad/religiosa

Breve historia de la descreencia

En 2004 Jonathan Miller realizó una serie de documentales sobre la historia del pensamiento ateo, o en sus propias palabras, de la descreencia. El video trata sobre todas las personas que en los diferentes momentos históricos, alzaron su voz contra la religión o que se atrevieron a poner en duda el propio concepto de la existencia de un ser supremo. Se trata de tres capítulos de aproximadamente una hora de duración. Los podeis encontrar en YouTube en versión original en inglés subtitulada en castellano.

Más abajo teneis colgados los videos del primer documental, titulado «Las sombras de la duda». Si preferis verlo sin tener que ir cargando videos y guardarlo para futuras referencias, cuelgo también los enlaces de descarga directa en megaupload:

Las sombras de la duda.

Tres en raya.

La hora final.

Breve historia de la descreencia

Un dragón en el garaje

En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.

Supongamos (sigo el método de terapia de grupo del psicólogo Richard Franklin) que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!

– Enséñemelo – me dice usted.

Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.

– ¿Dónde está el dragón? – me pregunta.

– Oh, está aquí – contesto yo moviendo la mano vagamente -. Me olvidé decir que es un dragón invisible.

Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.

– Buena idea – replico –, pero este dragón flota en el aire.

Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.

– Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.

Se puede pintar con spray el dragón para hacerlo visible.

– Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.

Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará.

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluta a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.

Lo único que ha aprendido usted de mi insistencia en que hay un dragón en mi garaje es que estoy mal de la cabeza. Se preguntará, si no se puede aplicar ninguna prueba física, qué fue lo que me convenció. La posibilidad de que fuera un sueño o alucinación entraría ciertamente en su pensamiento. Pero entonces ¿por qué hablo tan en serio? A lo mejor necesito ayuda. Como mínimo, puede ser que haya infravalorado la falibilidad humana.

Imaginemos que, a pesar de que ninguna de las pruebas ha tenido éxito, usted desea mostrarse escrupulosamente abierto. En consecuencia, no rechaza de inmediato la idea de que haya un dragón que escupe fuego por la boca en mi garaje. Simplemente, la deja en suspenso. La prueba actual está francamente en contra pero, si surge algún nuevo dato, está dispuesto a examinarlo a ver si le convence. Seguramente es poco razonable por mi parte ofenderme porque no me cree; o criticarle por ser un pesado poco imaginativo… simplemente porque usted pronunció el veredicto escocés de «no demostrado».

Imaginemos que las cosas hubiesen sido de otro modo. El dragón es invisible, de acuerdo, pero aparecen huellas en la harina cuando usted mira. Su detector de infrarrojos registra algo. La pintura de spray revela una cresta dentada en el aire delante de usted. Por muy escéptico que se pueda ser en cuanto a la existencia de dragones – por no hablar de seres invisibles – ahora debe reconocer que aquí hay algo y que, en principio, es coherente con la idea de un dragón invisible que escupe fuego por la boca.

Ahora otro guión: imaginemos que no se trata sólo de mí. Imaginemos que varias personas que usted conoce, incluyendo algunos que está seguro que no se conocen entre ellas, le dicen que tienen dragones en sus garajes… pero en todos los casos la prueba es enloquecedoramente elusiva. Todos admitimos que nos perturba ser presas de una convicción tan extraña y tan poco sustentada por una prueba física. Ninguno de nosotros es un lunático. Especulamos con lo que significaría que hubiera realmente dragones escondidos en los garajes de todo el mundo y que los humanos acabáramos de enterarnos. Yo preferiría que no fuera verdad, francamente. Pero quizás todos aquellos mitos europeos y chinos antiguos sobre dragones no eran solamente mitos…

Es gratificante que ahora se informe de algunas huellas de las medidas del dragón en la harina. Pero nunca aparecen cuando hay un escéptico presente. Se plantea una explicación alternativa: tras un examen atento, parece claro que las huellas podían ser falsificadas. Otro entusiasta del dragón presenta una quemadura en el dedo y la atribuye a una extraña manifestación física del aliento de fuego del dragón. Pero también aquí hay otras posibilidades. Es evidente que hay otras maneras de quemarse los dedos además de recibir el aliento de dragones invisibles. Estas «pruebas», por muy importante que las consideren los defensores del dragón, son muy poco convincentes. Una vez más, el único enfoque sensato es rechazar provisionalmente la hipótesis del dragón y permanecer abierto a otros datos físicos futuros, y preguntarse cuál puede ser la causa de que tantas personas aparentemente sanas y sobrias compartan la misma extraña ilusión.

Extraído de «El mundo y sus demonios». Carl Sagan, 1995.

Página 164 en adelante de la edición de la editorial Planeta de 2000.

Puedes leer, bajarte o consultar el libro en formato PDF en:

http://pycconsultores.net/images/CarlSagan-El%20mundo%20y%20sus%20demonios.pdf

Buenas y malas razones para creer

Querida Juliet:

Ahora que has cumplido 10 años, quiero escribirte acerca de una cosa que para mi es muy importante. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sabemos las cosas que sabemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas que parecen pequeños alfilerazos en el cielo, son en realidad gigantescas bolas de fuego como el Sol, pero que están muy lejanas? ¿Y cómo sabemos que la Tierra es una bola más pequeña, que gira alrededor de esas estrellas, el Sol?

La respuesta a esas preguntas es «por la evidencia». A veces, «evidencia» significa literalmente ver (u oír, palpar, oler) que una cosa es cierta. Los astronautas se han alejado de la Tierra lo suficiente como para ver con sus propios ojos que es redonda. Otras veces, nuestros ojos necesitan ayuda. El «lucero del alba» parece un brillante centelleo en el cielo, pero con un telescopio podemos ver que se trata de una hermosa esfera: el planeta que llamamos Venus. Lo que aprendemos viéndolo directamente (u oyéndolo, palpándolo, etc.) se llama «observación».

Muchas veces, la evidencia no sólo es pura observación, pero siempre se basa en la observación. Cuando se ha cometido un asesinato, es corriente que nadie lo haya observado (excepto el asesino y la persona asesinada). Pero los investigadores pueden reunir otras muchas observaciones, que en un conjunto señalen a un sospechoso concreto. Si las huellas dactilares de una persona coinciden con las encontradas en el puñal, eso demuestra que dicha persona lo tocó. No demuestra que cometiera el asesinato, pero además pueda ayudar a demostrarlo si existen otras muchas evidencias que apunten a la misma persona. A veces, un detective se pone a pensar en un montón de observaciones y de repente se da cuenta que todas encajan en su sitio y cobran sentido si suponemos que fue Fulano el que cometió el asesinato.

Los científicos -especialistas en descubrir lo que es cierto en el mundo y el Universo- trabajan muchas veces como detectives. Hacen una suposición (ellos la llaman hipótesis) de lo que podría ser cierto. Y a continuación se dicen: si esto fuera verdaderamente así, deberíamos observar tal y cual cosa. A esto se llama predicción. Por ejemplo si el mundo fuera verdaderamente redondo, podríamos predecir que un viajero que avance siempre en la misma dirección acabará por llegar a mismo punto del que partió. Cuando el médico dice que tienes sarampión, no es que te haya mirado y haya visto el sarampión. Su primera mirada le proporciona una hipótesis: podrías tener sarampión. Entonces, va y se dice: «Si de verdad tiene el sarampión, debería ver….» y empieza a repasar toda su lista de predicciones, comprobándolas con los ojos (¿tienes manchas?), con las manos (¿tienes caliente la frente?) y con los oídos (¿te suena el pecho como suena cuando se tiene el sarampión?). Sólo entonces se decide a declarar «Diagnostico que la niña tiene sarampión». A veces, los médicos necesitan realizar otras pruebas, como análisis de sangre o rayos x, para complementar las observaciones hechas con sus ojos, manos y oídos.

La manera en que los científicos utilizan la evidencia para aprender cosas del mundo es tan ingeniosa y complicada que no te la puedo explicar en una carta tan breve. Pero dejemos por ahora la evidencia, que es una buena razón para creer algo, porque quiero advertirte en contra de tres malas razones para creer cualquier cosa: se llaman «tradición», «autoridad» y «revelación».

Empecemos por la tradición. Hace unos meses estuve en televisión, charlando con unos 50 niños. Estos niños invitados habían sido educados en diferentes religiones: había cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, sijs… El presentador iba con el micrófono de niño en niño, preguntándoles lo que creían. Lo que los niños decían demuestra exactamente lo que yo entiendo por «tradición». Sus creencias no tenían nada que ver con la evidencia. Se limitaban a repetir las creencias de sus padres y de sus abuelos, que tampoco estaban basadas en ninguna evidencia. Decían cosas como «los hindúes creemos tal y cual cosa», «los musulmanes creemos esto y lo otro», «los cristianos creemos otra cosa diferente».

Como es lógico, dado que cada uno creía cosas diferentes, era imposible que todos tuvieran razón. Por lo visto, al hombre del micrófono esto le parecía muy bien, y ni siquiera los animó a discutir sus diferencias. Pero no es esto lo que me interesa de momento. Lo que quiero es preguntar de dónde habían salido sus creencias. Habían salido de la tradición. La tradición es la trasmisión de creencias de los abuelos a los padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que se siguen leyendo durante siglos. Muchas veces, las creencias tradicionales se originan casi de la nada: es posible que alguien las inventara en algún momento, como tuvo que ocurrir con las ideas de Thor y Zeus; pero cuando se han transmitido durante unos cuantos siglos, el hecho mismo de que sean muy antiguas las convierte en especiales. La gente cree ciertas cosas sólo porque mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición.

El problema con la tradición es que, por muy antigua que sea una historia, es igual de cierta o de falsa que cuando se inventó la idea original. Si te inventas una historia que no es verdad, no se hará más verdadera porque se trasmita durante siglos, por muchos siglos que sean.

En Inglaterra, gran parte de la población ha sido bautizada en la Iglesia Anglicana, que no es más que una de las muchas ramas de la religión cristiana. Existen otras ramas, como la ortodoxa rusa, la católica romana y la metodista. Cada una cree cosas diferentes. La religión judía y la musulmana son un poco más diferentes, y también existen varias clases distintas de judíos y de musulmanes. La gente que cree una cosa está dispuesta a hacer la guerra contra los que creen cosas ligeramente distintas, de manera que se podrá pensar que tienen muy buenas razones -evidencias- para creer lo que creen. Pero lo cierto es que sus diferentes creencias se deben únicamente a diferentes tradiciones.

Vamos a hablar de una tradición concreta. Los católicos creen que María, la madre de Jesús, era tan especial que no murió, sino que fue elevada al cielo con su cuerpo físico. Otras tradiciones cristianas discrepan, diciendo que María murió como cualquier otra persona. Estas otras religiones no hablan mucho de María, ni la llaman «Reina del cielo», como hacen los católicos. La tradición que afirma que el cuerpo de María fue elevado al cielo no es muy antigua. La Biblia no dice nada de cómo o cuándo murió; de hecho, a la pobre mujer apenas se la menciona en la Biblia. Lo de que su cuerpo fue elevado a los cielos no se inventó hasta unos seis siglos después de Cristo. Al principio, no era más que un cuento inventado, como Blancanieves o cualquier otro. Pero con el paso de los siglos se fue convirtiendo en una tradición y la gente empezó a tomársela en serio, sólo porque la historia se había ido transmitiendo a lo largo de muchas generaciones. Cuanto más antigua es una tradición, más en serio se la toma la gente. Y por fin, en tiempos muy recientes, se declaró que era una creencia oficial de la Iglesia Católica: esto ocurrió en 1950, cuando yo tenía la edad que tienes tú ahora. Pero la historia no era más verídica en 1950 que cuando se inventó por primera vez, seiscientos años después de la muerte de María.

Al final de esta carta volveré a hablar de la tradición, para considerarla de una manera diferente. Pero antes tengo que hablarte de la otras dos malas razones para creer una cosa: la autoridad y la revelación.

La autoridad, como razón para creer algo, significa que hay que creer en ello porque alguien importante te dice que lo creas. En la Iglesia Católica, por ejemplo, la persona más importante es el Papa, y la gente cree que tiene que tener razón sólo porque es el Papa. En una de las ramas de la religión musulmana, las personas más importantes son unos ancianos barbudos llamados ayatolás. En nuestro país hay muchos musulmanes dispuestos a cometer asesinatos sólo porque los ayatolás de un país lejano les dicen que lo hagan.

Cuando te decía que en 1950 se dijo por fin a los católicos que tenían que creer en la asunción a los cielos del cuerpo de María, lo que quería decir es que en 1950 el Papa les dijo que tenían que creer en ello. Con eso bastaba. ¡El Papa decía que era verdad, luego tenía que ser verdad! Ahora bien, lo más probable es que, de todo lo que dijo el Papa a lo largo de su vida, algunas cosas fueron ciertas y otras no fueron ciertas. No existe ninguna razón válida para creer que todo lo que diga sólo porque es el Papa, del mismo modo que no tienes porque creer todo lo que te diga cualquier otra persona. El Papa actual ha ordenado a sus seguidores que no limiten el número de sus hijos. Si la gente sigue su autoridad tan ciegamente como a él le gustaría, el resultado sería terrible: hambre, enfermedades y guerras provocadas por la sobrepoblación.

Por supuesto, también en la ciencia ocurre a veces que no hemos visto personalmente la evidencia, y tenemos que aceptar la palabra de alguien. Por ejemplo, yo no he visto con mis propios ojos ninguna prueba de que la luz avance a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, sin embargo, creo en los libros que me dicen la velocidad de la luz. Esto podría parecer «autoridad» pero en realidad es mucho mejor que la autoridad, porque la gente que escribió esos libros sí que había observado la evidencia, y cualquiera puede comprobar dicha evidencia siempre que lo desee. Esto resulta muy reconfortante. Pero ni siquiera los sacerdotes se atreven a decir que exista alguna evidencia de su historia acerca de la subida a los cielos del cuerpo de María.

La tercera mala razón para creer en las cosas se llama «revelación». Si en 1950 le hubieras podido preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al cielo, lo más probable es que te hubiera respondido que «se le había revelado». Lo que hizo fue encerrarse en su habitación y rezar pidiendo orientación. Había pensado y pensado, siempre solo, y cada vez se sentía más convencido. Cuando las personas religiosas tienen la sensación interior de que una cosa es cierta, aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a esa sensación «revelación». No sólo los Papas aseguran tener revelaciones. Las tienen montones de personas de todas las religiones, y es una de las principales razones por las que creen las cosas que creen. Pero ¿es una buena razón?

Supón que te digo que tu perro ha muerto. Te pondrías muy triste y probablemente me preguntarías: «¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo ha sucedido?» y supón que yo te respondo: «En realidad no sé que Pepe ha muerto. No tengo ninguna evidencia. Pero siento en mi interior la curiosa sensación de que ha muerto». Te enfadarías conmigo por haberte asustado, porque sabes que una «sensación» interior no es razón suficiente para creer que un lebrel ha muerto. Hacen falta pruebas. Todos tenemos sensaciones interiores de vez en cuando, y a veces resulta que son acertadas y otras veces no lo son. Está claro que dos personas distintas pueden tener sensaciones contrarias, de modo que ¿cómo vamos a decidir cuál de las dos acierta? La única manera de asegurarse que un perro está muerto es verlo muerto, oír que su corazón se ha parado, o que nos lo cuente alguien que haya visto u oído alguna evidencia real de que ha muerto.

A veces, la gente dice que hay que creer en las sensaciones internas, porque si no, nunca podrás confiar en cosas como «mi mujer me ama». Pero éste es un mal argumento. Puedes encontrar abundantes pruebas de que alguien te ama. Si estás con alguien que te quiere, durante todo el día estarás viendo y oyendo pequeños fragmentos de evidencia, que se van sumando. No se trata de una pura sensación interior, como la que los sacerdotes llaman revelación. Hay datos exteriores que confirman la sensación interior: miradas en los ojos, entonaciones cariñosas en la voz, pequeños favores y amabilidades; todo eso es auténtica evidencia.

A veces, una persona siente una fuerte sensación interior de que alguien la ama sin basarse en ninguna evidencia, y en estos casos lo más probable es que esté completamente equivocada. Existen personas con una firme convicción interior de que una famosa estrella de cine las ama, aunque en realidad la estrella ni siquiera las conoce. Esta clase de personas tienen la mente enferma. Las sensaciones interiores tienen que estar respaldadas por evidencias; si no, no podemos fiarnos de ellas.

Las intuiciones resultan muy útiles en la ciencia, pero sólo para darte ideas que luego hay que poner a prueba buscando evidencias. Un científico puede tener una «corazonada» acerca de una idea que, de momento, sólo «le parece» acertada. En sí misma, ésta no es una buena razón para creer nada; pero sí que puede razón suficiente para dedicar algún tiempo a realizar un experimento concreto o buscar pruebas de una manera concreta. Los científicos utilizan constantemente sus sensaciones interiores para sacar ideas; pero estas ideas no valen nada si no se apoyan con evidencias.

Te prometí que volveríamos a lo de la tradición, para considerarla de una manera distinta. Me gustaría intentar explicar por qué la tradición es importante para nosotros. Todos los animales están construidos (por el proceso que llamamos evolución) para sobrevivir en el lugar donde su especie vive habitualmente. Los leones están equipados para sobrevivir en las llanuras de África. Los cangrejos de río están construidos para sobrevivir en agua salada. También las personas somos animales, y estamos construidos para sobrevivir en un mundo lleno de… otras personas. La mayoría de nosotros no tienen que cazar su propia comida, como los leones y los bogavantes; se las compramos a otras personas, que a su vez se la compraron a otras. Nadamos en un «mar de gente». Lo mismo que el pez necesita branquias para sobrevivir en el agua, la gente necesita cerebros para poder tratar con otra gente. El mar de está lleno de agua salada, pero el mar de gente está lleno de cosas difíciles de aprender. Como el idioma.

Tú hablas inglés, pero tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de vosotras habla el idioma que le permite hablar en su «mar de gente». El idioma se transmite por tradición. No existe otra manera. En Inglaterra, tu perro Pepe es a dog. En Alemania, es ein Hund. Ninguna de estas palabras es más correcta o más verdadera que la otra. Las dos se transmiten de manera muy simple. Para poder nadar bien en su propio «mar de gente», los niños tienen que aprender el idioma de su país y otras muchas cosas acerca de su pueblo; y esto significa que tienen que absorber, como si fuera papel secante, una enorme cantidad de información tradicional. (Recuerda que «información tradicional» significa, simplemente, cosas que se transmiten de abuelos a padres y de padres a hijos.) El cerebro del niño tiene que absorber toda esta información tradicional, y no se puede esperar que el niño seleccione la información buena y útil, como las palabras del idioma, descartando la información falsa o estúpida, como creer en brujas, en diablos y en vírgenes inmortales.

Es una pena, pero no se puede evitar que las cosas sean así. Como los niños tienen que absorber tanta información tradicional, es probable que tiendan a creer todo lo que los adultos les dicen, sea cierto o falso, tengan razón o no. Muchas cosas que los adultos les dicen son ciertas y se basan en evidencias, o, por lo menos en el sentido común. Pero si les dicen algo que sea falso, estúpido o incluso maligno, ¿cómo pueden evitar que el niño se lo crea también? ¿Y que harán esos niños cuando lleguen a adultos? Pues seguro que contárselo a los niños de la siguiente generación. Y así, en cuanto la gente ha empezado a creerse una cosa -aunque sea completamente falsa y nunca existan razones para creérsela-, se puede seguir creyendo para siempre.

¿Podría ser esto lo que ha ocurrido con las religiones? Creer en uno o varios dioses, en el cielo, en la inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre humano, en que las oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en sangre…, ninguna de estas creencias está respaldada por pruebas auténticas. Sin embargo, millones de personas las creen, posiblemente porque se les dijo que las creyeran cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse cualquier cosa.

Otros millones de personas creen en cosas diferentes, porque se les dijo que creyesen en ellas cuando eran niños. A los niños musulmanes se les dice cosas diferentes de las que se les dicen a los niños cristianos, y ambos grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros se equivocan. Incluso entre los cristianos, los católicos creen cosas diferentes de las que creen los anglicanos, los episcopalianos, los shakers, los cuáqueros, los mormones o los holly rollers, y todos están absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros están equivocados. Creen cosas diferentes exactamente por las mismas razones por las que tú hablas inglés y tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de los dos idiomas es el idioma correcto en su país. Pero de las religiones no se puede decir que cada una de ellas sea la correcta en su propio país, porque cada religión afirma cosas diferentes y contradice a las demás. María no puede estar viva en la católica Irlanda del Sur y muerta en la protestante Irlanda del Norte.

¿Qué se puede hacer con todo esto? A ti no te va a resultar fácil hacer nada, porque sólo tienes 10 años. Pero podrías probar una cosa: la próxima vez que alguien te diga algo que parezca importante piensa para tus adentros: «¿Es ésta una de esas cosas que la gente suele creer basándose en evidencias? ¿O es una de esas cosas que la gente cree por la tradición, autoridad o revelación?» Y la próxima vez que alguien te diga que una cosa es verdad, prueba a preguntarle «¿Qué pruebas existen de ello?» Y si no pueden darte una respuesta, espero que te lo pienses muy bien antes de creer una sola palabra de lo que te digan.

Te quiere,
Papá.
Por Richard Dawkins.

El Arzobispado de Valencia encarga cursos en favor de la castidad como alternativa a la educación sexual en colegios

«Los homosexuales se dañan a sí mismos»

Al Arzobispado de Valencia no le gustan las clases de sexualidad que imparte la Generalitat (del PP) en los colegios al entender que ofrecen «una visión muy reduccionista del ser humano». Por ello, han solicitado al Instituto Valenciano de Fertilidad, Sexualidad y Relaciones Familiares (Ivaf), que preside Concepción Medialdea, supernumeraria del Opus Dei, unos materiales que transmitan «una formación integral».

Al Arzobispado de Valencia no le gustan las clases de sexualidad que imparte la Generalitat (del PP) en los colegios al entender que ofrecen «una visión muy reduccionista del ser humano». Por ello, han solicitado al Instituto Valenciano de Fertilidad, Sexualidad y Relaciones Familiares (Ivaf), que preside Concepción Medialdea, supernumeraria del Opus Dei, unos materiales que transmitan «una formación integral».

El resultado de este encargo es el manual SABE (Saber Amar Básico Escolar), dirigido a menores de cinco a 14 años, que pretende «formar para tener a las mejores familias» y representa una alternativa a los talleres de la Consejería de Sanidad que «solo tratan de ofertar el preservativo, métodos anticonceptivos, el aborto o píldoras abortivas», según trasladó ayer Medialdea a este diario. «Es lo mismo de siempre, engañan a los alumnos».

Para elaborar el contenido de las clases, Medialdea ha contado con la colaboración de José Pérez Adán, profesor de Sociología de la Universitat de Valéncia que, en 2002, redactó un manual que describía la homosexualidad como consecuencia de «una mala educación afectiva», y que tuvo que corregir, forzado por el alud de críticas que recibió.

El plan de estudios resultante de esta colaboración destaca como elementos clave en la educación sexual para jóvenes la «abstinencia» y aborda temas como la Manipulación de la fertilidad-sexualidad humana y consecuencias: homosexualidad, contracepción o aborto.

Medialdea es contraria a los anticonceptivos, ninguno de los cuales es capaz de «evitar siempre y en todo momento tener un hijo». «En España comenzamos con la campaña del Pónselo, Póntelo en 1990 y desde entonces no han parado de aumentar las infecciones por enfermedades de transmisión sexual, los abortos o los embarazos no deseados», comenta.

Tampoco aprueba las relaciones entre personas del mismo sexo: «Decir que la homosexualidad es normal es hacer daño; los homosexuales se dañan a sí mismos».

Además, es una defensora de la contención de las relaciones sexuales. «La abstinencia no lleva consigo desorden», ayuda «a ser más libre, educa en la capacidad de esfuerzo y para amar». «Hoy se hace ver que es imposible no tener relaciones sexuales, y eso no es verdad», indica, «si no se tiene capacidad de continencia, se acaba siendo adicto». Todos estos temas forman parte del material del curso: «Proponemos decir la verdad a los niños sobre sexualidad», asegura.

El Ivaf se encuentra negociando con el Arzobispado de Valencia para la venta de los derechos de uso de los manuales, según indicó ayer Medialdea. Una vez se cierre el acuerdo, los materiales se ofrecerán a las escuelas que lo deseen, incluidos centros públicos, según ha comentado el consejero de Educación, Alejandro Font de Mora. Ello a pesar de que tanto Educación como Sanidad son los impulsores del Programa de Intervención de Educación Sexual, que se imparte entre alumnos de 3º y 4º de ESO a los centros que lo solicitan. Este programa ofrece información sobre cómo prevenir enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados o prácticas de riesgo.

El consejero de Sanidad, Manuel Cervera, defendió ayer estos materiales y recordó que tienen el aval de sociedades científicas como la Academia Española de Especialistas en Sexología, la Academia Española de Intervención en Sexología, la Fundación Española de Contracepción o la principal sociedad de médicos de familia, Semfyc.

En materia de formación sexual, la Generalitat Valenciana sigue los pasos que dio en Educación para la ciudadanía, al intentar implantar una fórmula propia. En ese caso, el Ejecutivo que preside Francisco Camps optó por rebelarse contra esta materia recomendando a los docentes que la impartieran en inglés. Muy pocos alumnos tenían un nivel suficiente para seguir las clases.

Extraido de El País de 23/07/2010

Noticia original en:

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/homosexuales/danan/mismos/elpepisoc/20100723elpepisoc_7/Tes

¿Se debe permitir el matrimonio entre católicos?

¿Se puede permitir el matrimonio entre católicos?

(Ampliamente circulado en Internet. Originalmente del blog Psicofonías, de Psicobyte)

Estoy completamente a favor del permitir el matrimonio entre católicos. Me parece una injusticia y un error tratar de impedírselo. El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales.

Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de carácter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, o la defensa a ultranza de sus ministros pederastas o de sus arzobispos perseguidos por delitos económicos, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, o las insinuaciones de zoofilia entre una mujer y un palomo, puedan incomodar a algunos. E incluso el que no hayan condenado su pasado bañado en la sangre de víctimas a las que llamaban, según la época, infieles, herejes, rojos o liberales; o espolvoreado con las cenizas de científicos, curanderas (brujas) o simples enfermos mentales.

Pero todo eso no es razón suficiente para impedirles el ejercicio del matrimonio.

Algunos podrían argumentar que un matrimonio entre católicos no es un matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos personas.

También, dado que los hijos fuera del matrimonio están gravemente condenados por la iglesia, algunos podrían considerar que permitir que los católicos se casen incrementará el número de matrimonios por “el qué dirán” o por la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el hogar y las familias desestructuradas. Pero hay que recordar que esto no es algo que ocurra sólo en las familias católicas y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás, no debemos juzgar sus motivaciones.

Tampoco debemos juzgarlos si creen que la mujer es inferior al hombre, e indigna, por ejemplo, de ejercer el magisterio dentro de su secta o iglesia. Y aunque eso violente un principio básico de cualquier constitución civilizada, no por ello debemos ser con ellos tan estrictos como ellos intentan ser con los demás.

Por otro lado, el decir que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra forma, no es más que una forma un tanto ruin de desviar el debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: aunque sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una familia es una familia.
Y con esta alusión a la familia paso a otro tema candente del que mi opinión, espero, no resulte demasiado radical: También estoy a favor de permitir que los católicos adopten hijos.

Algunos se escandalizarán ante una afirmación de este tipo. Es probable que alguno responda con exclamaciones del tipo de “¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!”. Veo ese tipo de críticas y respondo: Si bien es cierto que a los hijos de católicos, y al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad, los inscriben en su secta sin que hayan alcanzado la mayoría de edad, sin consultarles, y sin poder borrarse después, violentando la Ley de Protección de Datos, con el fin de obtener beneficios fiscales de difícil justificación, ya he argumentado antes que los católicos son personas como los demás.

Pese a las opiniones de algunos y a los indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico sea una influencia negativa para el niño. Además, los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.

En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores, creo que debería permitírseles también a los católicos tanto el matrimonio como la adopción.

Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales.

¿Y usted qué piensa?

Extraído del blog SinDioses de 13/07/2010
Artículo original en: http://blog-sin-dioses.blogspot.com/2010/07/se-debe-permitir-el-matrimonio-entre.html