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Jesús de Nazareth: ¿Vivió como lo narra la Biblia?

Por Ferney Yesyd Rodríguez

“Una señal inequívoca del amor a la verdad, es no mantener ninguna proposición con mayor seguridad de la que garantizan las pruebas en las que se basa.”

—John Locke, Filósofo inglés (1632-1704)

¿Quién dudaría de la historicidad de Jesús de Nazareth? Contamos los años en “antes y después de Cristo”. Tantas personas creen que existió, de la misma manera que un héroe de la independencia, que se conmemoran las fecha de su nacimiento y su muerte. Sin embargo, sería prudente preguntamos: ¿Qué evidencias hay sobre la existencia de Jesús de Nazareth?

Si revisamos detalladamente, tendríamos que decir que no tenemos absolutamente ninguna prueba confiable, de fuentes seculares (no religiosas), que Jesús haya vivido, por lo menos de la forma descrita en la Biblia.

Esta respuesta elevará más de un par de cejas, a la vez que nuestros amigos católicos y protestantes nos dirán que la existencia de Jesús es tan indiscutible, que dividió la historia en “antes y después de Cristo”. Sin embargo, cabe mencionar que el sistema “antes y después de Cristo” no se inventó hasta el siglo VI y no se aceptó de manera general en Europa hasta el siglo XI. Nuestro sistema de contar los años en a. C y d. C lo debemos al monje Dionysius Exigius (o Dionisio el exiguo), quien por orden del Papa Juan I elaboró una cronología fijando el nacimiento de Jesús en el año 753 A. U. C. (ad urbe condita) o año 753 desde la fundación de Roma. El año 1 de la era cristiana fue fijado por Dionisio en el 1 de enero del 754 A.U.C. En tiempos más recientes los historiadores prefieren utilizar las siglas A.E.C. (antes de la era común) y D.E.C. (después de la era común), por respeto a la diversidad cultural del mundo.

Los científicos fijan los eventos prehistóricos en “años antes del presente” BP (Before present). Por ejemplo, las pinturas rupestres de la Era glacial en la cueva de Altamira están fechadas en 17.000 años antes del presente. Utilizar en este caso el sistema “antes de Cristo” es una adjudicación culturalmente abusiva. ¿Les importaría en algo a esos cavernícolas el futuro nacimiento de un líder religioso?

Dionisio elaboró su sistema de contar los años, tomando como históricamente válidas las narraciones de los evangelios, las cuales analizaremos más adelante. Dionisio creía firmemente que Jesús nació el 25 de diciembre, ignorando el origen de esta costumbre. En realidad La Iglesia Católica empezó a celebrar navidad desde el siglo IV. La Enciclopedia de la Religión Católica, Tomo V dice al respecto:

“La razón que llevó la Iglesia Romana a fijar la festividad en ese día, parece ser su tendencia a suplantar las festividades paganas por otras cristianas. De este modo se originaron muchas de las actuales fiestas litúrgicas. Ahora bien sabemos que entonces en Roma los paganos consagraban el día 25 de diciembre en celebrar el Natalis invicti, el nacimiento del Sol Invencible, que después del solsticio, se engrandecía en fuerza y claridad. Símbolo del Sol era Mitra, divinidad oriental, cuyo culto había sido introducido en Roma en 274. De este modo, para hacer ocurrencia a la fiesta pagana consagrada al nacimiento del Sol natural (Mitra), la Iglesia comenzó celebrando este Sol novus…”

Muchos investigadores han llegado a la conclusión que el Jesús que conocemos por el Nuevo Testamento resultó de una creación mitológica del primer siglo. Los investigadores han aplicado el Principio de Evidencia Negativa para llegar a tales conclusiones.

El Principio de Evidencia Negativa dice que no tenemos una buena razón para acreditar una proposición sí los siguientes tres principios se satisfacen:

  1. Si todas las pruebas o evidencias que corroboran una proposición son de poca confianza.
  2. No existe ninguna evidencia comprobando la proposición, cuando esta debería estar presente si la proposición fuese verdadera.
  3. Si se ha realizado una búsqueda minuciosa y exhaustiva tras las evidencias corroborativas en el lugar apropiado.

El primer punto del Principio de Evidencia Negativa, nos pide “que las pruebas que corroboran una proposición sean poco seguras” Esto es justo lo que ocurre con la única evidencia secular sobre la vida de Jesús: los dos breves pasajes de las obras de un historiador del siglo I, llamado Flavio Josefo. Josefo era un prolífico escritor, no obstante, solo escribió dos párrafos sobre Jesús. Uno es notoriamente una interpolación, y el otro es altamente sospechoso. Otras referencias a Jesús en los escritos seculares son demasiado ambiguas, o son interpolaciones posteriores.

Este hecho es bastante curioso, ya que la Biblia dice que Jesús fue un fenómeno de masas y que tuvo repercusiones en los eventos sociales de Oriente medio. Esto es como si en un futuro lejano, sólo se encontraran dos breves pasajes sobre la existencia de un tal Nelson Mandela en los textos de historia de Sudáfrica y los diarios del siglo XX.

Al cuestionar a los creyentes sobre esto, ellos responden que se basan en sus sensaciones interiores, y es muy probable que tras enseñarles las incongruencias históricas de sus creencias ellos respondan: “Esto lo creo porque siento a Cristo en mi corazón”, o “Tú no puedes entender esto porque no has tenido esta experiencia de vida” o “Debes saber que Cristo cambió mi vida, y eso es suficiente para que yo crea”.

Sin embargo, estas razones son poco confiables, ya que las personas de todos los credos siempre han tenido sensaciones interiores, sea cual fuere la creencia que promulguen. Los cristianos nos dicen que ellos “siguen a Jesús”, pero es diferente ser seguidor de alguien a quien se puede ver y escuchar de primera mano, que seguir a unos religiosos que predican (e interpretan) unos textos escritos por unos fulanos, que escucharon hablar de un tal Jesús de Nazareth. ¡La diferencia entre estas dos situaciones es abismal!

En el siglo I, había la costumbre de escribir algo y atribuirlo a otra persona (a su mentor filosófico), tal actividad se conoce como “Pseudoepigrafía”. Esto dificultó a los estudiosos la verificación de quien realmente escribió los libros del Nuevo Testamento.

Los apologistas cristianos dicen que la pseudoepigrafía era una técnica común en las escuelas de la época, y que en tal época no se consideraba moralmente incorrecta. Sin embargo, el autor Karlheinz Deschner, en su «Historia criminal del cristianismo», tomo 4 (falsificaciones y engaños), demuestra contundentemente que incluso en la antigüedad, esa práctica era reconocida como deshonesta y fraudulenta.

Los investigadores al aplicar ciertas técnicas, para determinar quién está hablando, cuál es su mensaje, el cuándo y el por qué, han concluido que los escritos más antiguos de los primeros cristianos son las cartas de San Pablo. Estas probablemente datan del comienzo de la quinta década del primer siglo – bien después de los eventos de la vida de Jesús. Además de esto, no todas las epístolas que se encuentran en la Biblia como obras de Pablo, son realmente suyas, sino como se mencionó anteriormente, algunas fueron escritas por otras personas, quienes las atribuyeron a Pablo.

Las cartas paulinas fueron escritas antes que los evangelios, y ninguno de estos es anterior a por lo menos la séptima década. Los textos aceptados genuinamente como obras de Pablo son (Gálatas, 1 de Tesalonicenses, 1 y 2 de Corintios, Romanos, Filemón, y Filipenses).

Al examinar las cartas paulinas genuinas de forma aislada, queda claro que Pablo no tenía ninguna idea del nacimiento virginal de Cristo, además nunca afirmó haber vivido en la época de Jesús, o que cualquiera de sus mentores era contemporáneo de Jesús, o que Jesús había hecho cualquier milagro. Pablo tampoco asoció la muerte de Jesús con el juicio ante Pilatos. Pablo nunca corroboró la existencia de un Jesús en la primera mitad del primer siglo. Al revisar otros escritos cristianos anteriores a los cuatro evangelios, ahora considerados como apócrifos (que no pertenecen a la Biblia), queda claro que estos omiten las mismas cosas que Pablo omite, lo que nos lleva a pensar que los hechos biográficos asociados a Jesús fueron inventados posteriormente.

La elaboración de los evangelios abarca el periodo del año 70 D.E.C hasta el 120 D.E.C. aprox. Es necesario mencionar que los evangelios fueron escritos después de la destrucción del templo de Jerusalén en el año 70 D.E.C. por orden del emperador Tito, dando fin a la rebelión judía contra el imperio romano. Este hecho es importante, ya que los predicadores fundamentalistas enseñan que Jesús profetizó la destrucción del templo, lo cual es completamente falso.

El primer evangelio escrito, de los cuatro presentes en la Biblia, fue el de Marcos. Su autor creía en supersticiones, demonios, posesiones por los mismos, y milagros. Todo esto afectó la escritura de su evangelio. El autor de Marcos no declara haber conocido a Jesús. Él probablemente escribió su evangelio en Siria (poco después de la destrucción de Jerusalén) para los romanos cristianos, que pasaban por la persecución de Nerón. Es así como Marcos escribió este evangelio probablemente para fortalecer a los perseguidos.

El evangelio de Marcos, no menciona a José en la historia del nacimiento de Jesús. El autor se refiere a Jesús como «hijo de Maria», una descripción reservada a los hijos ilegítimos. En Marcos no hay detalles sobre el nacimiento de Jesús, no menciona nada sobre un nacimiento virginal, la visita de los reyes magos o de ángeles comentando el nacimiento con los pastores. La razón de esto, es que esos mitos aún no habían sido incluidos en la doctrina cristiana.

El segundo evangelio fue el de Mateo. El autor de Mateo estaba empeñado en mostrar a los hebreos que Jesús era el Mesías prometido. Cuando el autor de Mateo escribió su evangelio, tenía a su disposición la traducción griega del Antiguo Testamento conocida como “La Septuaginta” o “de los setenta”. En la septuaginta se tradujo mal un texto de Isaías que dice que en respuesta a una señal, una mujer joven (almah es el término hebreo) concebiría a un niño que habría de llamarse Emmanuel. La palabra utilizada en hebreo no significa “virgen”, pues en tal caso el vocablo correcto debió ser “betulah ”, esta palabra fue traducida al griego como “parthenos”, que significa virgen. Así ocurrió un cambio importante de significado y el autor de Mateo terminó afirmando que María era virgen cuando concibió a Jesús.

El autor de Mateo usó como fuente principal el evangelio de Marcos, por lo que incorporó los mitos de este evangelio, adicionó los suyos, y la historia fue alterada nuevamente. Para probar que Jesús era el Mesías, el autor de Mateo omite detalles en la genealogía de Jesús a fin de mostrar conjuntos de siete generaciones desde Abraham a David, de David hasta el exilio, y del exilio hasta Jesús. Las genealogías del evangelio de Mateo contradicen otras genealogías del Viejo Testamento.

También hay contradicciones entre los evangelios. En Mateo se menciona a Jesús como descendiente del rey David por parte de su hijo Salomón; mientras que en Lucas se afirma que Jesús proviene del rey de David, pero por parte de su hijo Natán. Según el evangelio de Mateo el abuelo paterno de Jesús (el padre de José) es Jacob; pero según Lucas el abuelo paterno de Jesús es Elí.

El Evangelio de Mateo fue un esfuerzo para convertir judíos, mientras que el Evangelio de Lucas lo fue para convertir gentiles (no judíos). El autor de Lucas también poseía una copia de Marcos, citó de ella varios pasajes y adicionó lo que le convenía.

El autor de Lucas escribió para un público romano lleno de posibles conversiones, por lo que Roma fue plasmada de la mejor manera posible. Por ejemplo, en el evangelio de Marcos los soldados romanos azotan a Jesús, pero en el evangelio de Lucas los soldados son de Herodes. El reino de Jesús «no es de este mundo», obviamente un esfuerzo por aplacar las sospechas romanas de una conspiración cristiana contra el estado. Al ascender Domiciano al trono Romano en el año 81 D.E.C, la persecución se había reiniciado, por esto el autor de Lucas ve la necesidad de atenuar las preocupaciones romanas, mostrando el cristianismo como inofensivo. Por esto dedicó el documento a «Su excelencia Teófilo».

El último de los 4 evangelios es el de Juan. Este evangelio fue escrito a comienzos del siglo II, y en éste, Jesús se muestra totalmente opuesto a los judíos.

Como vemos, cada evangelio fue escrito recogiendo información de segunda o tercera mano, después de haberse incorporado mucha mitología, y con fines misioneros precisos. Por esta razón, ninguno de los 4 evangelios es confiable en cuanto a la historicidad de Jesús.

La segunda exigencia del Principio de Evidencia Negativa es que “no exista ninguna evidencia segura donde ésta debería existir”, y esto es lo que ocurre, ya que no existe ningún registro de la vida de Jesús en los documentos romanos de la época, lo cual es sorprendente, ya que Jesús causó gran conmoción, según la Biblia.

El historiador Josefo era tan meticuloso que escribía una historia de tres páginas para cubrir el juicio y ejecución de un ladrón común. Flavio Josefo escribió exhaustivamente sobre Juan el Bautista, mas sobre Jesús, sólo aparecen dos pequeñas referencias altamente cuestionadas por los investigadores. Desafortunadamente, los escritos de Josefo llegaron hasta nosotros solamente a través de fuentes cristianas, ninguna de ellas anterior al siglo IV, y se sabe que los escritos de Josefo fueron revisados.

Las dos referencias de Josefo sobre Jesús son cuestionables principalmente porque, es poco probable que siendo Josefo un Judío, llamase a Jesús de Mesías, principalmente cuando él no daba crédito a otros aspirantes a Mesías. Además de esto, los comentadores que escribieron sobre Josefo antes de Eusebio (siglo IV D.E.C.) no citan ese pasaje.

La historia sobre el censo que ordenó Herodes, en la ciudad natal de cada habitante, y que llevó a José y María a Belén, no encuentra respaldo en los documentos romanos. Con esta historia, el autor del evangelio de Mateo buscaba convencer a los judíos que Jesús era el Mesías, ya que las profecías judías dicen que el Mesías nacería en Belén. Así que la historia de un censo en la que cada habitante tuviese que viajar a su ciudad de origen es un invento del autor de Mateo. Es importante recalcar que ningún gobernador hizo viajar a las gentes a sus ciudades de origen para ser censadas. Eso es absurdo, poco práctico y no sirve al verdadero propósito que tiene un censo: Saber qué personas viven en una determinada zona para colectar impuestos. Esta leyenda no tiene ninguna evidencia histórica.

La muerte de niños inocentes ordenada por Herodes a fin de matar al niño Jesús, también está ausente de los registros romanos. ¿Es posible que después de semejante masacre ningún historiador haya dicho algo al respecto? Algo similar ocurre con el arresto y juicio de Jesús. Todo esto es muy extraño, ya que los romanos eran muy meticulosos en cuanto a la historia escrita. En la Palestina de ese periodo se encuentran muchos historiadores, entre ellos, el ya mencionado Flavio Josefo. ¿Por qué los escritos contemporáneos fiables no dicen nada sobre Jesús de Nazareth, si según la Biblia, fue todo un fenómeno social?

El tercer requerimiento del Principio de Evidencia Negativa dice que “debemos haber realizado una búsqueda minuciosa y exhaustiva de evidencia en donde ella debería estar”. De hecho, esto ya se ha realizado tanto por investigadores religiosos como escépticos, por lo que se puede decir que el tercer punto se ha cumplido.

Con frecuencia las historias mutan, transformándose en mitos, y estos mitos a su vez sufren modificaciones con el tiempo. Así evolucionan las historias sagradas. Por ejemplo, en la Norteamérica del siglo XIX, el joven José Smith aseguró haber recibido una “nueva luz” que narraba las enseñanzas de Jesús en Norteamérica, ya que según él, Jesús después de haber resucitado había hecho una escala en América para predicarle a los nativos (!!!). La nueva versión de la historia de Jesús que empezó con pocos creyentes, hoy ya tiene aproximadamente 6 millones de seguidores conocidos como mormones. De igual forma en los primeros años del cristianismo, las historias fantásticas inventadas por los evangelistas con el tiempo se convirtieron en la creencia de la mayoría.

Como conclusión podemos decir que basados en el Principio de Evidencia Negativa, tenemos buenas razones para dudar de la biografía de Jesús que se nos presenta en la Biblia. Pero lo que no se puede negar es la existencia de la omnipotente, omnipresente y creadora… ¡mitología de los seres humanos!

Lecturas recomendadas

  • El Rompecabezas de Jesús: ¿Acaso no hubo Jesús Histórico?, por Earl Doherty – http://www.geocities.com/torosaurio/JesusPuzzle/jesus.html
  • Historia criminal del cristianismo. Tomo IV “La Iglesia antigua: Falsificaciones y engaños” Karlheinz Deschner. 1993. Editorial Martínez Roca.
  • Las cartas originales de Pablo. Senén Vidal, Ed. Trotta.
  • Milenio: Guía Racionalista. Stephen Jay Gould. 1998. Editado por CRITICA, Grijalbo, Barcelona.
  • No y amén. Invitación a la duda. Ranke Heinemann.
  • Who wrote the Gospels (Quien escribió los evangelios), por Randel Holms. Es un libro disponible por Amazom.com sobre los orígenes de los evangelios.
  • Who wrote the New Testament. (Quien escribió el Nuevo Testamento), por Burton L. Mack. Es un libro muy bien documentado en cuanto a los orígenes del Nuevo Testamento.

Artículo extraído de Sin Dioses.org

Artículo original en: http://www.sindioses.org/examenreligiones/jesus.html

«Es hora de que la Iglesia pida perdón por tantos actos de agravio»

La Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica subraya el apremio con el que la Iglesia debería disculparse por su complicidad con la represión franquista.

La campaña para rescatar del olvido y del desconocimiento los más de 5.000 nombres de víctimas de la represión franquista en Galicia seguirá plenamente activa en 2011.

La Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica ha avanzado que el escrito dirigido al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, invitándole a visitar las fosas gallegas, es una forma de «contestar» las palabras que Benedicto XVI dirigió a los periodistas en el avión papal que le traía de visita a España y en las que comparaba el secularismo actual con el de los años de la II República.

«Si el Papa hizo esas declaraciones en calidad de jefe de Estado, no tiene porqué injerir en asuntos de otros Gobierno, y si las hizo como opinión de autoridad moral, que las haga en privado». Rubén Afonso, miembro de la Comisión, ha explicado a Público.es que en la respuesta a las palabras del pontífice han querido dejar claro que están a favor de un «pacto por la laicidad» y en contra de la presión de la jerarquía católica para «imponer» su moral.

«Creemos que ya es hora que, en 2011, la Iglesia pida perdón públicamente por su apoyo a tantos actos de agravio». Afonso lamenta el papel de la institución que bautizó como ‘Santa Cruzada’ los actos de represión, «fueron cómplices del golpe militar de 1936, en el que desempeñaron una importancia vital».

A través de la misiva, el colectivo pretende que la institución católica participe en los homenajes a los «asesinados por defender la democracia» y, de este modo, se logre la «reconciliación» y un «cambio de rumbo» en la actitud de la Iglesia. «Hemos invitado a Rouco de buena fe porque su participación sería un acto de dignidad», ha señalado Afonso.

Bajo palio

En la carta dirigida a Rouco, en la que la Comisión solicita dar traslado de sus peticiones a Benedicto XVI, recuerdan que Franco entraba «bajo palio» en las iglesias acompañado de la jerarquía eclesiástica, la misma que hacía «el saludo fascista» al paso del dictador. La proximidad con los dirigentes del régimen la evidencian evocando las palabras del arzobispo de Toledo en el funeral de Franco, en las que mencionó a la «civilización cristiana a la que quiso servir». Asimismo le explican a Rouco que está documentado el «robo de miles niños y niñas» con la connivencia de las autoridades del franquismo.

Extraído de Público de 07/01/2011.

Noticia original en: http://www.publico.es/especiales/memoriapublica/355125/es-hora-de-que-la-iglesia-pida-perdon-por-tantos-actos-de-agravio

¿Hasta dónde llega la homofobia de la Iglesia Católica?

La Iglesia Católica ha convertido a la comunidad LGBT en uno de los chivos a satanizar. Algo similar a lo que hizo con los judios durante la edad media y hasta la década de los 60 del siglo XX.
Para refrescar la memoria la siguiente revisión dará respuesta hasta donde llega la homofobia de la ICAR.

¡Matrimonio jamás!

Como hemos comentado en muchas entradas anteriores la ICAR no está de acuerdo, ni lo ha estado, en los nueve paises (a junio de 2010) en donde la institución del matrimonio está abierta a hetero y homosexuales.

Si bien es cierto que la familia es el núcleo de nuestra sociedad, el matrimonio es un contrato social en el que hay derechos y deberes. El matrimonio dejó de ser el «derecho que obtiene una mujer para poder ser madre en la legalidad», que es lo que significa etimológicamente la palabra «matrimonium», para pasar a ser el reconocimiento legal a una pareja que se ama, que desea vivir junta y contraer responsabilidades como pareja, así como beneficios patrimoniales y de seguridad social bajo el amparo de la ley.

Tras décadas de estudios sabemos ahora que la orientación sexual homosexual, como la heterosexual, no se elige y responde a unos factores psíquicos y biológicos (quizás genéticos) difíciles de descifrar. Sabemos también que la homosexualidad se da y se ha dado en todas las culturas y en todos los tiempos, y más importante aún, que no es una perversión ni un transtorno psicológico, o una enfermedad mental. Todo esto debe, como humanistas, motivarnos a estar del lado de una minoría que por siglos ha sido discriminada y humillada.

No obstante la ICAR asume que la institución del matrimonio les pertenece, como si fuera una misa. No importa que los matrimonios que se plantean en los congresos de naciones supuestamente laicas, sea de naturaleza civil. No. La Iglesia muestra sus dientes y garras.

De forma clara el Cardenal Bergoglio refiriéndose al debate sobre matrimonios civiles puntualizó:
«No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una movida del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios», afirmó el cardenal en la misiva. El ensotanado atribuyó el proyecto a «la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra».

Afirmaba recientemente el Obispo de San Luís Argentina, Monseñor Jorge Luis Lona, que «Si fuera aprobado este proyecto de ley, el prestigio del matrimonio como institución caería aún más. Si todo es matrimonio, nada es matrimonio. Se iría perdiendo cada vez más, el ‘capital social’ que es la familia matrimonial, reserva fundamental de nuestra sociedad»

Aunque el Congreso argentino, al que se refiere Lona, no dirá que cualquier cosa en un matrimonio, pero para el prelado las razones de amor de pareja, respeto por la diferencia e gualdad de oportunidades, no caben en su cabeza.

Queda claro que a los matrimonios se opone la Iglesia. ¿Pero, permitiría una «unión civil», un tipo de figura legal que no involucre el sustantivo «matrimonio»?

Uniones civiles, tampoco

La respuesta nos viene también de la actitud de la ICAR en Irlanda, en este año (2010) en el que se aprobó la unión civil entre personas del mismo sexo.

Allí Sean Brady, Arzobispo de Armagh y Primado de Irlanda, pidió a sus feligreses oponerse a esta ley porque « la Ley natural no puede ser violentada por normas legislativas»

Puesto que miles de parejas de gays y lesbianas viven en desvantaja por no poder afiliar a sus conyugues al sistema de salud o de pensión, o que estas pudieran heredar los bienes adquiridos por la pareja, se podría pensar que al menos la Iglesia Católica permitiría una ley de derechos patrimoniales ¿lo permite?

Derechos patrimoniales: No!

En este caso un monseñor colombiano mostró en 2006 que la Iglesia tampoco tienen consideración por la salud o el bienestar de estos ciudadanos.

El arzobispo de Tunja, Monseñor Luis Augusto Castro, dijo tajantamente en esa ocasión que «No estamos de acuerdo con este proyecto, porque no es otra cosa que un matrimonio camuflado. Es un golpe tremendo para la familia»

En debate ante el Congreso de la República afirmó:

(…) La Iglesia tampoco acepta el reconocimiento jurídico de las parejas homosexuales, pues no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, célula primaria de la sociedad y agrupación humana originante pues da origen a otros seres humanos.

(…) A las parejas matrimoniales, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional porque cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son, por tanto, de eminente interés público. Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común. (…)

¿Si la Iglesia no aprueba una protección legal a las parejas homosexuales, los respeta y no discrimina?

Respeto y no discriminación… de dientes para afuera si, en la práctica no.

Aunque los obispos hablan de amor al prójimo y que no hay que discriminal a los homosexuales realmente discriminan y fomentan el odio.

En España, el gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero, creó y reglamentó una asigantura llamada «Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos». En dicaha materia se busca que los estudiantes respeten a todos los ciudadanos. Esto especialmente se ve en un bloque denominado «Aproximación respetuosa a la Diversidad», lo que inevitablemente lleva a que se hable del respeto a las personas homosexuales.

La reacción de la Iglesia a esta asignatura fue virulenta. El Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, llegó a decir que esta asignatura “invade totalmente” el principio de libertad religiosa y el derecho de los padres a «determinar» la educación moral de sus hijos, ya que según él es «responsabilidad y competencia» de la Iglesia Católica «los temas que tienen que ver con la fe, la moral y la ética derivada de la fe».

Es claro que la Iglesia Católica (al igual que muchas de sus hijas protestantes) no desean que las nuevas generaciones respeten a las personas homosexuales.

La homofobia de la ICAR es tal que la Congregación para la Doctrina de la Fe, heredera de la Inquisición, pidió el 23 de julio de 1992 que los homosexuales no podían ejercer cargos como docentes o entrenadores deportivos.

Dice la declaración de la Inquisición, liderada entonces por el actual Papa:

«Existen áreas en las que no es una discriminación injusta tener en cuenta la inclinación sexual, por ejemplo la adopción o el cuidado de niños, en empleos como maestros o entrenadores de deportes y en el reclutamiento militar… La «orientación sexual» no constituye una cualidad comparable a la raza o al grupo étnico, etc., con respecto a la no discriminación. A diferencia de éstas, la orientación homosexual es un desorden objetivo».

La Iglesia realmente odia al homosexual. En sus actos lo sigue considerando un enfermo mental. Esto quedo claro cuando el 17 de junio el Obispo argentino Jorge Luis Lona despachándose contra el matrimonio homosexual y las uniones civiles afirmo que esta norma «legitimaría socialmente el desorden natural de la homosexualidad».

¿Permitiría entonces la Iglesia que los homosexuales pudieran vivir libres en la sociedad?

Despenalización tampoco

En la India, país en el que hasta el 2009 era ilegal la homosexualidad, se opusó el cardenal Varkey Vithayathil, presidente de la Conferencia Episcopal India.

El cardenal defiende la discriminación y el mantenimiento de prejuicios contra los homosexuales. “Las leyes penales de un país defienden los mínimos morales de una sociedad. Aunque despenalizar la homosexualidad no la hace moral, la gente sí puede pensar que es moralmente permisible. El Gobierno no debería dar la impresión de que la homosexualidad está permitida”. Afirmó el jerarca católico.

En el 2008 el Vaticano se opuso furibundamente a una propuesta de la ONU para que a nivel internacional se despenalizará la homosexualidad, a pesar que en muchos lugares del mundo, como en Irán, la pena de muerte se dirige contra gays y lesbianas. El sesudo argumento esgrimido en esa época fue que eliminar la penalización de la homosexualidad “crearia nuevas discriminaciones”

¿Pues si no permite matrimonio, uniones civiles, leyes patrimoniales, educación contra la discriminación, que puedan incluso laborar en ciertos ámbitos, o que no sean llevados a la cárcel, qué es lo que desea la Iglesia Católica para los homosexuales?

La respuesta es fácil. La hoguera y los trabajos forzosos. Quizás también muchas de sus monstruosas torturas con las que se deleitó en la Edad Media.

A partir del año 342, poco después de hacerse el cristianismo religión del Imperio Romano (lo que ocurrió en el 313), los actos homosexuales se empezaron a castigar con la pena de muerte. Sin embargo, durante los 800 años siguientes, los actos homosexuales, se consideraron un vicio menor, atribuidos a una lujuría excesiva. No obstante, durante el siglo XIII la homofobia en intensificó, cuando la sodomía era considerada una herejía, y los gobiernos empezaron a aprobar leyes para castigarla severamente. Este fervor homofóbico tuvo su éxtasis desde 1478 hasta 1778 cuando la Inquisición condenó a muerte a los homosexuales en España y sus colonias.

Algunas de sus victimas fueron Jeronimpo de Bergamo, Alessandra Fiorentina y Madonna Caterina, colgados y quemados por homosexualidad el 22 de diciembre de 1557; Gabriello di Thomaien, quemado vivo por homosexualidad el 8 de febrero de 1559; y 13 herejes más un alemán de Augusta, acusados de homosexualidad, quemados vivos el 17 de febrero de 1559.

Entre 1566 y 1775 en el tribunal de la santa Inquisición en Valencia se procesaron por sodomía 359 personas, de las cuales solo 62 fueron absueltas. Los castigos incluían multas, arrestos, azotes, reclusión, trabajos forzados y la condena a las galeras. Siendo este último el que más frecuentemente se aplicó.

Definitivamente de no haber sido por el contrapeso histórico de la Ilustración, la declaración de los derechos del hombre, el laicismo y el secularismo subsiguiente, la Iglesia Católica aún tendría las fauces y las garras rojas con la sangre de sus contradictores, y seguiría quemando homosexuales, porque ya no hay barcos galeras impulsados por remos.

La construcción de una sociedad respetuosa con todas las minorías lleva ineludiblemente por la construcción de una sociedad laica y democrática. La religión, o mejor, todas las religiones, deben quedar en la esfera personal, sin influencia legislativa, a fin de que la discriminación y la homofobia pueda superarse definitivamente.

Invitamos a nuestros lectores a visitar el ensayo «Óptica católica de la homosexualidad» publicado en la página principal de Sindioses.org

Extraído de www.sindioses.org.

Artículo original en: http://networkedblogs.com/8EIyG

Breve historia de la descreencia

En 2004 Jonathan Miller realizó una serie de documentales sobre la historia del pensamiento ateo, o en sus propias palabras, de la descreencia. El video trata sobre todas las personas que en los diferentes momentos históricos, alzaron su voz contra la religión o que se atrevieron a poner en duda el propio concepto de la existencia de un ser supremo. Se trata de tres capítulos de aproximadamente una hora de duración. Los podeis encontrar en YouTube en versión original en inglés subtitulada en castellano.

Más abajo teneis colgados los videos del primer documental, titulado «Las sombras de la duda». Si preferis verlo sin tener que ir cargando videos y guardarlo para futuras referencias, cuelgo también los enlaces de descarga directa en megaupload:

Las sombras de la duda.

Tres en raya.

La hora final.

Breve historia de la descreencia

El origen de Dios

Extraído de La pizarra de Yuri.
Original en http://lapizarradeyuri.blogspot.com/2010/07/el-origen-de-dios.html

El complejo religioso más importante de nuestro tiempo es, sin duda, el sistema monoteísta de cultos abrahámicos. Cristianismo e islam, originados en el judaísmo, declaran en la actualidad unos 3.600 millones de seguidores y aumentan constantemente con el incremento de la población mundial. El papel de estas creencias en los sucesos y conflictos del presente, desde finales de la Guerra Fría, no puede ser más evidente y relevante. Pero, ¿de dónde proceden? ¿Qué clase de deidad es esta? ¿Cómo surgió el dios de las religiones abrahámicas?

De los judíos antiguos.

El Éxodo no ocurrió.

Sí, ya, es una pena porque la historieta mola un montón y la superproducción de Hollywood era la caña. Pero todos los indicios históricos y arqueológicos apuntan a que nunca hubo una gran masa de judíos en Egipto, ni saliendo de Egipto, ni viajando por el Sinaí durante no sé cuántos años. Y menos los 603.550 «aptos para la guerra» que díce Números 1:46, o los 600.000 «hombres de a pie, sin contar los niños» (y es de suponer que tampoco las mujeres y niñas…) indicados en Éxodo 12:37, lo que bien podría sumar unos dos millones de personas en total.

Se da la circunstancia de que los escribas egipcios eran como una especie de contables germánicos con trastorno obsesivo-compulsivo, que tomaban nota de todo y guardaban copia de todo. Y en toda la historia egipcia no aparece una sola referencia a un hecho de semejante calado: la emigración súbita del 66% de su población aproximadamente (el Egipto Antiguo tenía una población de unos tres millones de personas en torno al periodo del Imperio Nuevo y de aproximadamente siete millones hacia el final de su existencia). De hecho, ni siquiera mencionan la presencia notable de judíos en Egipto; en realidad, sólo hablan de ellos como otro pueblo periférico más. Lo más parecido es una remota referencia a algo remotamente similar a una «plaga», tema al que los antiguos eran muy aficionados –y los modernos también–.

Tampoco existe registro arqueológico alguno sobre una masa humana semejante moviéndose por los desiertos del Sinaí durante décadas (y menos aún en las poblaciones que dice la Torá), ni manera de cuadrar al Faraón del Éxodo con ninguno de la realidad (salvo en los habituales ejercicios de fantasía), ni por cierto forma alguna de trazar el texto original antes de mediados del primer milenio antes de nuestra era.

De hecho, resulta bastante obvio que el Éxodo no es sino un mito de fundación nacional hebreo –como hay tantos otros–. Si ocurrió algo remotamente parecido que pudiera inspirar a sus autores, desde luego no fue en el segundo milenio aC (como debería ser para constituir la fundación de Israel) sino en el primero, cuando Israel ya llevaba existiendo un tiempo. La política del Éxodo es del primer milenio, no del segundo (particularmente, los egipcios del segundo milenio no tenían ningún motivo para temer invasiones desde el este). La geografía del Éxodo es del primer milenio, no del segundo (en el segundo no existían aún muchas de las localidades indicadas por la Torá). Y la necesidad del Éxodo es del primer milenio, no del segundo: a partir del exilio en Babilonia, en torno al siglo VI a.C. Que es, por cierto, cuando se funda la religión judía que conocemos: no se puede trazar ninguno de sus textos hasta fechas anteriores al siglo V a.C. Y muy probablemente ni siquiera sea anterior al II.

Nunca hubo cruce del Mar Rojo, maná lloviendo de los cielos, Tablas de la Ley, Diez Mandamientos, Arca de la Alianza, becerro de oro ni cosa parecida. Es muy posible que ni siquiera hubiese Rey Salomón o Primer Templo de Jerusalén (no con la significación que nos han contado, al menos). Lo que sí hubo fue un conglomerado de pueblos canaanitas en el llamado complejo cultural del Levante, vinculados a Asiria y Mesopotamia por un lado, a Egipto por el otro y a Turquía y las islas griegas por vía marítima. La cultura de los yacimientos israelitas más tempranos es canaanita, sus objetos sagrados son los del dios canaanita El, la cerámica pertenece a la tradición local canaanita y el alfabeto es canaanita temprano. La única diferencia entre los poblados israelitas y el resto de los canaanitas es la ausencia de huesos de cerdo, aún no se sabe bien por qué (pero sin duda recuerda a las prohibiciones del judaísmo y el Islam). Más allá de toda duda razonable, uno o una mezcla de estos pueblos canaanitas se encuentran en el origen de los hebreos modernos.

Estos pueblos canaanitas compartían los mismos dioses, y de manera notable uno llamado Ēl, que también era el término genérico para «deidad»: un dios anciano, muchas veces representado con barba, que aparece a menudo sentado en su trono. Se encuentra más comúnmente citado en plural, Elohim, pues los canaanitas eran fundamentalmente politeístas. No, no es un plural mayestático. Es politeísmo: los dioses.

Ēl, Elohim, Alá.

Mira que nos habrán dado la brasa con los Rollos del Mar Muerto, y qué poquito se ha hablado de las culturas ugarítica y eblaíta, que nos legaron un enorme registro documental sobre los pueblos canaanitas del tercer y segundo milenio: exactamente cuando surgió esta religión judía de la que posteriormente se derivaría el cristianismo y el Islam. Resulta que los Elohim bíblicos eran ya deidades ugaríticas, eblaítas y de los demás pueblos de la región. En el panteón levantino, estos Elohim son los setenta hijos de Ēl, un conglomerado de deidades venerados en toda la zona desde tiempos prehistóricos. Y, muy notablemente, con un claro componente acadio-babilónico.

Ēl, singular de Elohim, ya aparece presidiendo la lista de dioses en las ruinas de la Biblioteca Real eblita (yacimiento arqueológico de Tel Mardik), allá por el 2.250 a.C. Eso es mucho antes de que nada llevara el nombre de Israel o el adjetivo de judío (y no digamos cristiano o musulmán): hablamos de los contemporáneos del Imperio Antiguo de Egipto, cuando las pirámides aún estaban seminuevas. Ēl, un dios-toro, es a su vez un cognado del acadio Ilu o Ilum y se trata probablemente del mismo dios que Baal-Hammon, al que los fenicios –otros canaanitas– sacrificaban a sus bebés quemándolos vivos ante Moloch.

Todas estas palabras, en realidad, son versiones modernas sobre cómo se pronunciaban esas cosas. Porque la realidad es que estos idiomas semíticos y protosemíticos se han escrito de siempre sólo con consonantes. Y cuando se escriben sólo con consonantes –que es como se hacía– todos resultan idénticos entre sí: variantes sobre las raíces ‘L y L-M. Ēl, Elohim, Eli, Ilah, Ilu, Ilum y demás expresiones divinas no son sino expresiones diversas de ‘L y L-M: el dios, los dioses.

Estas raíces protosemíticas no sólo viajan hasta nuestro tiempo a través de los Elohim de la Torá y el Antiguo Testamento, o el Eli del nuevo, sino también por la vía de las culturas árabes que se desarrollaron en el mismo territorio y sus alrededores. El dios de los musulmanes es el mismo dios abrahámico que el de cristianos y judíos; y el nombre del dios se transporta mediante esta raíz L, transformándose en Alá (que significa, exactamente… Dios). La famosa shahada del  Islam «no hay más dios que Dios y Mahoma es su mensajero» empieza literalmente: lā ‘ilāha ‘illā-llāhu…; o sea, no hay más iLah que aLá. Islam, por supuesto, procede asímismo de la raíz semítica S-[L-M], y significa «sumisión [a Elohim]»).

Yavé.

Sin embargo, judíos y cristianos aseguran que su Ēl tiene otro nombre más, y que este nombre es Yavé, Yahvéh, Yehová (Jehová) o cualquier otra invención sobre el tetragrámaton hebreo YHWH. Normalmente, lo que hacen es combinar YHWH con distintos juegos de vocales sacados de Elohim o Adonai («Señor»). Pero por lo que yo sé, se podría decir también Lloví (decorado como Yohvíh), Lleva (Yehvah), Llave (Yahveh) o cualquier otra combinación al uso; porque, supuestamente, el nombre de su dios era tan, tan sagrado y tan, tan secreto que la forma original se ha perdido. Esto, por lo que se ve, es muy importante y los distingue del resto de seguidores del antiguo dios-toro levantino; además, es un término en singular y así se aleja del incómodo y cananeo plural politeísta Elohim.

El origen de este nombre YHWH es más oscuro pero no más exclusivo en territorios levantinos que los muy vulgares Elohim. Para empezar, ya en el mismo Antiguo Testamento aparece cincuenta veces en una variante más corta, normalmente pronunciada Jah o Yah (YH): veintiséis en solitario y veinticuatro como parte de la palabra aleluya (alelu-yah, «alabad a Yah»). Se dan tres circunstancias curiosas. La primera es que los textos bíblicos donde aparece predominantemente tienden a contarse entre los más antiguos (como Salmos o el Cantar de los Cantares), lo que sugiere una forma primitiva del nombre. La segunda es que existía un antiguo dios lunar egipcio que se llamaba también Yah, y los egipcios mandaron mucho en Canaán durante varios periodos importantes de su historia (con una influencia extensiva en sus regiones meridionales…). Y la tercera es que la raíz consonántica YW (Yav) aparece ya en la Épica de Baal ugarítica y en varios textos eblaítas como una variante sobre el dios del mar Yam.

Pero dejémonos de especulaciones. Este dios YHWH es un dios meridional de los edomitas, otro pueblo semítico que vivía por la parte del Desierto del Négev y que finalmente fue asimilado a los judíos. Hay arqueólogos notables que afirman haber identificado a YHWH en textos egipcios referidos a los shasu, un pueblo beduino de ganaderos nómadas que rondaba en torno a estos desiertos, pero otras personas opinan que esta palabra YHWH hace referencia a sus campamentos (lo cual no es necesariamente exclusivo). En todo caso estamos ante un dios levantino meridional surgido en los territorios por donde antiguamente vagabundeaban los shasu y luego trabajaban el cobre los edomitas… que, curiosamente, están por la parte del Sinaí, donde según la versión bíblica este nombre inefable «le fue revelado a Moisés». El primer texto donde aparece este dios YHWH de los judíos es una estela moabita conservada en el Museo del Louvre, y no sale muy bien parado: relata cómo los han derrotado y cómo las copas sagradas de YHWH son arrastradas ante un dios de Moab.

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En todo caso, resulta bastante obvio que el dios de los antiguos judíos es una mezcla del dios-toro supremo común a todos los pueblos canaanitas, Ēl (en su forma politeísta Elohim), y un oscuro dios secundario de los territorios meridionales absorbido en algún momento de su historia. En la práctica, no hay ninguna diferencia notable entre el Ēl levantino venerado por ugaríticos o eblaítas y el Ēl-Yahvéh adoptado por los judíos. Esta vieja deidad canaanita es la que siguen adorando casi cuatro mil millones de personas en el siglo XXI.

La diosa desaparecida.

Sí, eso de la diosa está muy de moda en la literatura comercial, pero todos los dioses antiguos tenían sus correspondientes diosas; y Ēl-Elohim-Yahvéh no fue una excepción. En el conglomerado cultural levantino, la diosa-madre de Ēl era Asherah, también conocida bajo otras variantes como Ashratu o Atirat. En la Épica de Baal ugarítica, Asherah es la creadora de los Elohim.

Asherah aparece en la Biblia, y muy específicamente en el Libro 2º de Reyes, donde se explica cómo destruyen su culto y queman «todos los objetos que se habían hecho para Baal, para Asherah y para todo el ejército de los cielos» (2 R 23:4-7) durante lo que parece ser el relato de una violenta represión monoteísta en plan talibán volando Budas (bueno, peor…). En otros puntos aparece traducida como un cipo que no debe ser plantado junto al templo de Yahvéh.

Y es que parece que el culto a Asherah como diosa consorte de Ēl-Elohim-Yahvéh era generalizado entre los judíos antiguos; existe un extenso registro arqueológico al respecto, y de hecho cualquiera diría que se trataba de una diosa muy popular antes de que los monoteístas pasaran todo por la espada y el fuego. Tampoco vayamos a idealizar según qué cosas: existe una posibilidad cierta de que a Asherah le fuera lo del sacrificio humano tanto como a su nuera Anat/Tanit, que según dicen se ponía cachonda oliendo a menor cocinado (o cocinada) en el Tophet. La verdad es que entre una panda de politeístas dispuestos a sacrificarte un churumbel para aplacar a la diosa y una panda de monoteístas dispuestos a sacrificar a todo el mundo para imponer lo suyo, me quedo con un AK-47. Sí, el pasado era un asco.

Pero lo cierto es que Asherah le encantaba a los judíos antiguos, decía, como demuestran numerosos hallazgos arqueológicos. Incluso se conservan inscripciones donde se la vincula directamente a Yahvéh, como un óstracon del siglo VIII aC descubierto por arqueólogos israelíes en 1975 donde se lee «yo te bendigo por YHWH de Samaria y Su Asherah» (yacimiento de Horvat Teman). Otro, de Khirbet el-Kom (cerca de Hebrón), pone: «Bendito sea Uriyahu por YHWH y Su Asherah; de sus enemigos le salvó!». Todo esto puede que suene a algunos un tanto herético, pero son descubrimientos avalados por arqueólogos de gran prestigio como Israel Finkelstein –profesor y ex-director del Departamento de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, co-director de las excavaciones de Megiddo y probablemente el mayor experto vivo en las Edades del Bronce y el Hierro hebreas– o Neil A. Silberman, del Departamento de Arqueología de la Universidad de Massachusetts. A quienes, por supuesto, los literalistas bíblicos y otros fanáticos por el estilo no pueden ver ni en pintura.

Copia del óstracon de Kuntillet ‘Adschrud (Horvat Teman, Sinaí, Sur de Israel). En la inscripción (hebreo antiguo) se lee «A[shy]o al R[ey?] dijo: dí a (X) (Y) (Z), que seas bendito por YHWH de Shomron (Samaria) y su ASHERAH».

Hubo una diosa de Israel. En realidad, seguramente, hubo varias entre estos Elohim canaanitas. Que todo ello fuera barrido por el monoteísmo, y ahora se pretenda que jamás ocurrió, no le resta ni un ápice de veracidad. Pero, ¿qué pasó? ¿Cómo fue? Y, ¿por qué?

Monoteísmo.

Hoy en día tenemos a los israelitas por guerreros notables, pero esto no ha sido así muy a menudo durante el devenir de la historia. A lo largo de mucho tiempo fueron un pueblo pequeño y atrasado, al que le dieron para el pelo una y otra vez, resultando en numerosos exilios. Por ejemplo, los romanos. El Jerusalén que ahora visitan muchos crédulos pensando que están en la ciudad de Jesús es en realidad el desarrollo árabe de Aelia Capitolina: una colonia romana construida desde cero –incluído el trazado de las calles– después de que a las legiones imperiales se les hincharan las narices con los judíos, destruyeran la ciudad por completo y finalmente los mandaran a la diáspora para los siguientes diecinueve siglos. Pocas bromas con los latinos. Sí, hasta la Vía Dolorosa es una calle romana sin conexión alguna con el Jerusalén antiguo, como todo lo demás en ese lugar; para ser exactos, un ramal del decumanus maximus según la urbanización imperial estándar. La supuesta ubicación de los actuales lugares santos cristianos, judíos y musulmanes constituye ya una especie de chiste sacrílego por el que la gente parece dispuesta a seguir matándose.

No era la primera vez. Seis siglos y pico antes, en el 587 aC, los babilónicos de Nabucodonosor el Caldeo hicieron lo propio. Jerusalén fue saqueada, el Templo resultó destruido y a los hebreos se los llevaron a Babilonia como esclavos. Es durante este periodo de esclavitud cuando surge la religión abrahámica de la que emanan la judía actual, la cristiana y la musulmana. Fue sometidos en Babilonia o después donde escribieron la mayor parte de la Toráh y del Antiguo Testamento (incluidas las leyendas del Génesis, el Éxodo y el Pentateuco en general), y es también en este tiempo cuando se desarrolla el monoteísmo exclusivo y excluyente que las caracteriza.

Pongámonos en situación. Estamos en los tiempos en que mis dioses son más chulos que los tuyos porque te he vencido. Y los hebreos habían sido vencidos; pero vencidos del todo, tanto como su enemigo nazi dos mil años después, con toma del Reichstag y toda la parafernalia. Más, si me apuras. Siguiendo la lógica de la época, los Elohim-Yahvéh deberían haber sido absorbidos bajo el paraguas del panteón caldeo; ni siquiera debería haber sido muy difícil, pues muchos de los Elohim levantinos eran paralelos a los dioses y diosas babilónicos.

Pero eso significaba perder por completo la identidad y desaparecer como pueblo; uno más, en los vientos de la historia. Es en este contexto donde surge una novedad (y, una vez más, no hay ningún dato histórico o arqueológico que permita pensar que sucedió antes). Por un lado, se crean una leyenda nacional fuertemente impregnada de mitología babilónica: el Diluvio Universal es un plagio directo de la épica sumeria análoga, Génesis 1 bebe directamente del Enûma Elish y Génesis 2 del Atrahasis, Adán es parecido a Adapa (y ambos son también cognados), la serpiente presenta extrañas similitudes con Ningizzida, y así con todo. Por otro, Elohim-Yahvéh pasa a ser un dios omnipresente, omnisciente, todopoderoso y único; y todo lo que le sucede a los hebreos –su pueblo elegido– forma parte de su plan, prediseñado desde el origen de los tiempos. Incluso sus enemigos trabajan para él sin saberlo. Con ello desaparecen también las historias mitológicas de dioses y diosas, pues ya no tienen sentido.

Esta es, sin duda, una novedad en la historia humana que no está documentada claramente en otro momento o lugar (aunque existen paralelismos en algunas tradiciones del hinduísmo).  Este dios ya no es exactamente sobrenatural, sino extranatural; todo se justifica en él y a través de él. No es mucho más que una forma de pensamiento circular (no confundir con el razonamiento circular de Aristóteles), pero ciertamente poderosa. Porque, aunque en un principio no sea más que una rareza de un pueblo de la Antigüedad, medio milenio y pico después comenzaría a convertirse en el sustrato religioso esencial de la mayor parte del mundo. Hasta nuestros días.

Ángeles y demonios.

¿Y qué pasó con el resto de los Elohim? Pues que se convirtieon en demonios. Belcebú, por ejemplo, es Baal Zebub, el dios de las moscas, en lo que muy bien podría constituir una corrupción más o menos despectiva de Baal Zebul (el dios de las alturas). Leviatán está probablemente relacionado con el monstruo ugarítico Lotan o Lawtan. Sin embargo, no es evidente de dónde se sacaron los nombres de los ángeles. El rabino del siglo III Simón ben Lakish reconoció que los ángeles antiguos no tenían nombre, y las denominaciones actuales proceden del exilio en Babilonia. En todo caso todos ellos son nombres teofóricos que incluyen la mención de Ēl: Gabriel, Rafael, Miguel, el musulmán Azrael, etcétera.

Ubicar estos ángeles y demonios en el nuevo monoteísmo resultó siempre bastante complicado. De manera particular, surge un ángel maléfico mayor (Satán, Lucifer, Iblis) que de una forma retorcida debe ser necesariamente un agente del dios todopoderoso, omnipresente y ominisciente (o, de lo contrario, este dios no podría ser todopoderoso, omnipresente y omnisciente). Todas estas entidades son la herencia del politeísmo precedente. Las religiones abrahámicas comparten varios niveles de ángeles (arcángeles, serafines, querubines…), uno o varios niveles de demonios (que los musulmanes llaman shaitan), un «demonio mayor» (Satán, Iblis…) y, en el caso exclusivo del Islam, una cantidad de genios (djinn).

El cristianismo, además, vuelve a multiplicar el número de entidades divinas mediante la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres dioses en uno, de manera tan contradictoria e inexplicable que se considera un misterio divino). Y, en algunas denominaciones como la católica, incorporando lo que muy bien puede interpretarse como una semidiosa (la Virgen) y un santoral; muchos miembros de otras religiones o personas sin religión consideran estas incorporaciones una forma de politeísmo blando para facilitar su expansión e integración en territorios tradicionalmente politeístas y menos próximos al entorno cultural levantino.

Monoteístas e imperios.

Porque el éxito y la extensión de estas nuevas religiones (en su tiempo) está estrechamente vinculada a la expansión de los imperios que las adoptaron como propias; de manera notoria, el Imperio Romano tardío, el Califato Omeya y –después– los lugares a donde llegaron sus sucesores, conquistadores y comerciantes. Al principio, durante más de medio milenio, este monoteísmo abrahámico no fue más que una rareza judía y así se habría quedado si hubiera seguido siendo exclusivamente hebreo. Es su transmisión al cristianismo y al Islam lo que terminaría convirtiéndolo en una religión global.

Se ha insistido muchas veces en que esta idea del dios único y todopoderoso pega especialmente bien con las organizaciones sociales de tipo piramidal e imperialista, pero en mi opinión esto no resulta evidente por sí mismo. Hubo grandes imperios en la Antigüedad, perfectamente piramidales y perfectamente imperialistas, que eran politeístas o cualquier otra cosa que les pareciese bien. No es obvia la razón por la que el monoteísmo abrahámico fue aceptado por tantas gentes en tantos lugares distintos (aunque su carácter fuertemente proselitista y su alto grado de elaboración teológica puede aportar alguna luz); ni tampoco por qué nunca logró penetrar profundamente en algunos territorios importantes (los que ya estaban previamente ocupados por las religiones dármicas y orientales y no fueron desplazadas por la vía de la conquista militar o, en algún caso, comercial).

Parece como si este monoteísmo abrahámico hubiera sido especialmente capaz de destruir o absorber con relativa facilidad al animismo y el paganismo politeísta (haciendo mayores o menores concesiones), pero lo hubiera tenido mucho más difícil al enfrentarse con otros sistemas filosófico-teológicos complejos. A partir de mediados del siglo XIX, su expansión geográfica queda interrumpida en términos generales; el dominio colonial británico de India, por ejemplo, ya no resultó en su cristianización a niveles significativos (ni en el desplazamiento del Islam donde ya estaba presente, como Pakistán), a diferencia de lo que había ocurrido durante la colonización de América o estaba sucediendo aún en el África subsahariana. La fuerte presencia de potencias coloniales en la China del mismo periodo tampoco produjo una cristianización efectiva. Y no fue por falta de misioneros y proselitistas, ni en un sitio ni en el otro.

A partir del siglo XX, el monoteísmo abrahámico comienza a retroceder en sus lugares de origen. Por una parte se produce un fenómeno de sincretismo con una parte de estas religiones orientales, en lo que se suele llamar globalmente Nueva Era, sobre todo en Europa y Norteamérica; y, al mismo tiempo, un proceso de secularización rápida y muy significativa en Europa e Israel (y durante un tiempo también en el mundo islámico, antes de que una nueva forma de fundamentalismo emergiera en torno a las luchas de la Guerra Fría; una tendencia a la que tampoco son ajenos los Estados Unidos).

A principios del siglo XXI, el viejo dios Ēl de los cananeos sigue siendo la deidad más venerada del mundo bajo cualquiera de sus aspectos, a solas o mezclado con el Yah edomita; y, sin embargo, se tambalea en los países desarrollados. Seguramente ninguno de sus seguidores originarios, cuatro o cinco mil años atrás, soñó jamás que llegara tan lejos ni con formas tan diversas. Hasta hoy.

Bibliografía:

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  • Thomson, Thomas L. (1992) Early history of the Israelite people. Brill Academic Publishers, Leiden. ISBN 90-04-11943-4.

El origen del estado laico

Para los amantes de la historia, se ha editado un libro que investiga los orígenes del estado laico desde la edad media. Por ahora solo le he podido echar un ojo en la librería, pero promete mucho. El texto de la contraportada (que cortoypego de www.laicismo.org) da una idea de los temas tratados:

Entre 1270 y 1400 hubo en el pensamiento político un proceso de elaboración de las ideas de soberanía, origen secular y legitimidad popular del poder, nucleares en la teoría política moderna, paralelo al que se dio en las letras y las artes con los pre-humanistas y los pre-renacentistas. Durante la Baja Edad Media se abrió paso una relación entre la Iglesia y los gobiernos, distinta de la tradicional, que exigía otra explicación del poder y marcó el horizonte de la teoría política.
El libro presenta los hitos del nacimiento de esa explicación laica del poder, en pugna con la doctrina teocrática del sumo poder pontificio. Expone a los autores que defendieron la legitimidad del gobierno secular a principios del siglo XIV: se fija en Juan de París y el entorno del rey francés, Felipe IV el Hermoso, y en los más conocidos partidarios de la separación del poder imperial y el poder religioso, Dante y Ockham; destaca, sobre todo, en Marsilio de Padua, el primer cristiano que se atrevió a excluir por completo al clero de la organización de la vida social y a sostener el fundamento solo racional del poder; y hace el contrapunto con los defensores de la teocracia papal, entre ellos, los españoles, Álvaro Pelayo y Francesc Eiximenis. También ofrece las teorías de Oresme y Wiclef, partidarios de iglesias nacionales autónomas de Roma, y resume el papel del derecho en la maduración del pensamiento político, desde la creación de la ciencia jurídica hasta Bartolo de Saxoferrato y Baldo.

Os dejo también los enlaces, tanto de laicismo.org como de la reseña publicada en Andalán.